Tópicos de bipolaridad
Ta' que loco 'on.
Estar loco podría parecer conveniente para muchos casos, para otros es sencillamente un estado mental...reversible?
Lanatta qué loco que eres! Es una de las expresiones más comunes que he recibido durante toda mi vida. No es, de hecho, algo que considere en estos momentos de mi vida, ni un honor, ni tampoco un demérito. La vida me enseñó a que cuando eres chico mientras más “loco” seas, caerás mejor a tus amigos y podrás tener mejores posibilidades de conquistar a tal o cual chica. Lo mismo ocurre siendo ya adulto, pero ya no con ánimo o afán de conquistar a alguien, si no con el fin de sacarte de en medio a gente que no quieras y que prudentemente se susurren entre ellos “parece que es medio loco, ni te acerques”.
Sea como fuera el asunto, estar loco no es algo que se aleje de mi realidad, en todo caso he vivido cerca de la locura tan seguido que podría dar cuenta sin el menor inconveniente casi como una confesión de parte, y es que cada uno de los peruanos que vivimos en Lima en los 80's mucho de paranoia por el terrorismo o por la hiperinflación nos ha quedado. De hecho algunos aún creemos que debemos guardar dinero en moneda extranjera por si nos cae algún paquetazo, o incluso mucha gente en mi barrio sigue con las ventanas con esas X de cinta de embalaje puestas en las ventanas de la sala ora porque creen que algún coche bomba estallará cerca, ora porque no las retiran desde los 80's. Otros -no es mi caso sin duda alguna- pero tenían aquella noia de sentirse chuponeados -mi vieja aún cree que Vladimiro tenía pinchado su teléfono- y sinceramente para estar en el club de los chuponeados mi vieja no hizo jamás la menor proeza seamos sinceros.
Como peruano, he vivido aquellas locuras de creer en que cada clasificatoria nos llevaría esta vez por fin al mundial, y hasta he comprado mis chelas o me he juntado emocionado con los amigos pensando en que hinchar por la selección era algo sensato, y no, otra vez caer en la cuenta de que era una locura, casi obsesiva. He dejado desde hace mucho de creer los amores declarados luego del sexo, y en muchos de los casos, he cedido a la tentación de por un instante sentirme amado y creerme amando antes que uno de los dos llegara al orgasmo.
He creído por más de un instante el amar a aquella chica bella, y creerme también que ella me amaba a mí. Me he sentido consentido y capaz de ser Superman y volar a donde ella estuviera así fuera Miami, Buenos Aires o algún lugar en el norte peruano. He creído mil veces en un amor ciego, y enceguecido también lo perdí. He amado a una mujer que sabiendo ambos que estaba casada con alguien, yo le decía te amo cada día y ella me lo repetía, a tal punto que hasta me celaba de lo que hiciera, y yo la celaba por no pasar cada noche a mi lado.
He jugado y he ganado, pero he ganado tan poco que he perdido demasiado. No jugué nunca a la ruleta rusa sabedor que podría ganar siempre, la muerte me es esquiva desde hace mucho y no sé por qué, quizás yo no le atraiga a ella, y sinceramente, no tengo la menor intención de seducirla.
Pero todo ello me ha llevado a visitar a sendos terapeutas, algunos más afamados que otros, algunos con alguna técnica novedosa que jamás fallaría. Que siempre me hablaban que para mentir y comer pescado hay que tener mucho cuidado, y que claramente convinieron todos que yo aprendí a mentir para sobrevivir, muchos mienten sólo para ser más interesantes, otros para encubrir su vida real, yo simplemente mentí para sobrevivir, para ganarme la vida como un mentecato de forma certera, por muy irónico que ello suene, e incluso este post puede ser simplemente una mentira nada más, y que cada cual disfrute su lado verdadero de la realidad.
Ciertamente, cada terapeuta llegaba a conclusiones distintas, el consabido síndrome de déficit de atención, se extravió allá por los 90's cuando aún en el colegio me dijeron que mis niveles de inteligencia eran demasiado altos, sólo que yo era un vago de marca mayor, que si sólo me concentrara un poco más, y puliera mis formas quizás sería el número uno de mi promoción. No lo fui, no quise serlo, no me importó destacar en el colegio. No me esforcé, y no quise hacerlo porque tenía cosas más importantes “en la cabeza” y cada vez que tenía alguna discusión en casa, me desenfocaba a tal punto que no me concentraba en las palabras de mi interlocutor, si no en sus gestos, en la música alrededor o incluso en lo que podría estar pasando en las ventanas cerca. TAD total como dijo una vez un psiquiatra al que vi.
Pero el mentir o tener aquel déficit de atención jamás fue un problema, lo sobrellevaba con toda la tranquilidad y cordura del mundo. Pero siempre habrá un detonante, algo o en este caso una alguien que me hiciera estallar algunos aspectos que hasta ese momento simplemente dejé pasar o no darles la menor importancia. Y así fue que esa “ella” sacó no precisamente lo mejor de mí, si no todo lo contrario, casi como un extractor de jugos tamaño humano, depuró cada uno de mis lados más tóxicos, agresivos y, ciertamente, nefastos. Es cierto, ya estamos grandes para estar de acusadores, y la verdad es que sólo les funciona bien a los niños contra otros niños, pero no entre adultos. Por lo tanto, no hablaré de ella como la culpable, sí quizás, como el gatillo que me hizo explotar. Ya el problema estaba metido en mi cerebro y, por lo tanto, era cuestión de que alguien llegara con todas las contraseñas y me ayudara a hacer boom.
Cuando nombro como detonante a una ella, no es porque quiera dar a entender que esa persona que pasó por mi vida es necesariamente la razón de todos mis males y desgracias y que le deseo lo peor. No es así. Sinceramente se trató de una persona que dentro de sus capacidades supo sacar lo mejor de mí, y que en su momento –en aquella ilusión que siempre forma parte del iniciar una relación- me volvía el ser más feliz y logrado del planeta. Pero la vida a veces se encarga de darnos portazos en la nariz, y no sólo era yo el que mentía también era ella, y su forma exagerada de hacerlo hacía sentir como que yo estaba en ligas infantiles.
Entonces fue así como determiné que ella podía sacar también lo peor de mi. Mentirle a un mentiroso tiene como única característica que uno o se siente identificado, o simplemente se siente superado, y en una relación amorosa casi de competencia, no sólo valía ser mejor amante para el otro, si no también mentecato, y quizás infiel. Demasiadas competencias en la cabeza de dos orates, entonces mejor a buscar ayuda y distanciarse.
Lanatta