Lanatta Bipolar
Ta' qué loco 'on!
Sí, creo que ya era el momento de declararme loco, pero en todo caso ya era el momento de que un loquero certificado lo hiciera.
He solido ser siempre un tipo relajado, y de hecho se ve que mi “cita favorita” en el Facebook es “Relaxxx”, pero hace unos meses, comencé a ser un tipo que no se relajaba con mucha facilidad, de hecho siempre me he sentido cómodo siendo hipersexual y en ningún momento ello le ocasionó algún problema a mis parejas, pero parece que eso es un síntoma más. Siempre fui impulsivo y por eso como se habrá visto en este blog me gané la bronca con medio planeta, pero tampoco lo consideré un problema real. También soy de las personas eufóricas, que se ha cagado de risa en los momentos menos adecuados, siempre he sido el tipo que no supo comportarse “bien” y que como dije en algún momento no pretendía caerle bien a todo el mundo. Hasta allí todo bien, pero jamás fui hostil, y toda la violencia la canalicé siempre en mi entrenamiento físico.
Pero repito, quizás ello estuvo en mí y con las claves correctas estallé, y felizmente no dañé físicamente a nadie, ni tampoco me dañé a mí mismo, pero habría que ser ciego para no darme cuenta que estaba pasando algo en mí. Entonces esta vez ya no fui al loquero de siempre, ya no era un conversar y hablar de mi pasado, era hablar de mi presente y, por si fuera poco, de mi mismísimo futuro. El tipo me escuchó pacientemente, y me ha venido escuchando las últimas semanas con un rigor que yo jamás lo tendría -supongo es parte de su trabajo- la conclusión es que claro desde el primer día me dio unas pastillitas simpáticas llamadas valproato, y claro en un caso como el mío a todo meter me dio la dosis de 500mg.
Claro, al comprar el medicamento en la cajita pendencieramente te la rotulan como un “anticonvulsivante”. Aguanta! Que yo sepa, no estaba convulsionando, no era un error? Entonces, ni modo a sacar el médico que llevo dentro y que aún me hace comer, y revisar el manual farmacoterapéutico. El resultado es que si bien es cierto el valproato se le receta a las personas con convulsiones, también es uno de los medicamentos favoritos para las manías, ergo soy un maniático, sólo que hasta hace algunos años se les llamaba manías, hoy por hoy, ya se las agrupó en un sólo trastorno llamado “bipolaridad”. Coño! Lanatta bipolar?
Pues sí, el loquero no me lo quiso decir, de hecho, los psiquiatras no precisamente te dan su diagnóstico el primer día, ni mucho menos, pero haciéndome el curioso en una de las últimas sesiones, le pregunté si se trataría mi déficit de atención separadamente o todo como parte de la maravillosa bipolaridad -claro no dije “maravillosa”. Y bueno el tipo ya sabía a lo que iba, sólo respondió, “Lanatta vas bien, tus resultados son sobresalientes, diría que no solo estás controlado, si no que se percibe un gran cambio en ti, y en tus formas, de hecho me atrevería a pensar que si todo marcha como vamos, para julio reduciremos la dosis a la mitad, y antes que acabe el año estarás completamente libre de pastillas”.
Claro entre las cosas que tengo que hacer desde hace casi un mes es el hecho de tomar religiosamente el bendito valproato que es llamado en otras latitudes como Depacon, Depakine o Epilem, y que en el Perú se llama Valprax, evitar la exposición a agentes gatillo que motiven mi exasperación -una de ellos será “ella”- y bueno ir al loquero cada semana casi como religión a que me pregunte una que otra cosa, y luego me repita que si siento algo raro lo llame.
Me siento bien estando así, me siento quizás más controlado y zen, sin duda mi capacidad de reacción violenta ya no es tal, ya no voy al súper y si la tipa que atiende es lenta, no la apuro, de hecho hasta le agradezco con una sonrisa que le haga un poco el día, que todos debemos tener problemas, y si alguien te sonríe en un momento de tanto estrés supongo que te sientes mejor. Ya si me pasan diez veces en el tráfico o me cierran, ya no me importa y si me dicen algo, les mando un beso volado, así me tomen de marica. Ya las cosas en este momento simplemente me resbalan, vivo enjabonado el día entero, si las personas son necias, no es uno el enviado a cambiarlas, uno puede sentirse mal porque el efecto invernadero continua, pero lamentablemente “uno” no hará el cambio, entonces, mejor despreocuparse, la vida es demasiado corta, y si vivimos con rencores, odios y temores, la verdad estaremos viviendo para ellos y no para uno mismo.
Cuando uno va a la consulta del loquero –y créanme el mío es medianamente famoso- lo que suele suceder es que uno debe ser estudiado, espulgado, observado y casi, casi exorcizado. Claro los exorcismos suelen invocar a Papalindo para que el odioso Satanás se largue de nuestra alma poseída. Pero en el caso real, cuántos exorcismos no se habrán dado asumiendo a la víctima de posesión demoniaca, cuando de pronto el tipo tenía algún tipo de esquizofrenia paranoide, o alucinada. Y lo mismo pasa con aquellos santos, mártires o –como a algunos les gusta llamar- “enviados de Dios”, que hablaban con los animales, peces, plantas, o que tenían línea directa con la Virgen, Jesusito o Yuchaché. Hoy incluso tenemos a estos pastores evangelistas, sanadores, curanderos y demás, que por algunas dádivas económicas, a uno le acercarán al ser amado, le harán la malilla a alguna pareja, o incluso se conectarán con los del más allá o acá y nos dirán nuestro futuro.
Claro, muchos estaremos convencidos que esa gente necesariamente está loca, o aún mejor aprovechan a los más locos que ellos para convencerlos que con un pomito de agua mágica traído del mar muerto, o con una astilla de aspecto parecido al de aserrín de cualquier maderera, pero que ellos juran y rejuran es del mismísimo madero donde clavaron al flaco INRI, pues se curarán, sanarán de todo y tendrán felicidad, dinero y mucho prestigio.
Hay locos que nos venden píldoras para bajar de peso en sólo 2 días, hierbas para curarnos del cáncer o del sida, cremas para tener un pene del tamaño del obelisco bonaerense, o gotas florales para curar la depresión, la ansiedad y hasta la esquizofrenia. Recuerdo claramente cómo mi vieja tenía una olla con un hongo que olía a podrido, y que se lo había regalado alguna tía, y que decían que era el hongo que había repartido la mismísima Madre Teresa de Calcuta por encargo divino. Nunca supe si era verdad o no, pero era una demencia tener esa cosa metida en la cocina llena de moscas y oliendo a pies.
Entonces es loco el que lo propone o es más loco quien se deja convencer?