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Hoy toca amor loco

Loca estoy loco

Amor de locos para qué mas?

Publicado: 2013-06-03

Amé a una mujer hermosa, y con diagnóstico psiquiátrico en la frente. La amé sabiendo que no sería jamás mía y que nuestro tiempo venía con etiqueta de vencimiento. Fui loco al amarla, fue loca ella al dejarse amar. Pero sentí que cada instante de su aroma me daba todas las fuerzas necesarias para vivir, y fui un insensato en dejarme provocar en cada milímetro de ese infierno que era su piel. Fue un amor loco, insano, qué amor es cuerdo y sensato? Es que acaso el amor es necesariamente una señal clara de estar decayendo emocionalmente o de necesitar ayuda de un psiquiatra? Ella me lo dijo, fue sincera en hacerlo, me contó su diagnóstico, sus temores, sus sensaciones. De hecho intenté ayudar en esos momentos en los que ella veía todo denso y oscuro. Tenía ataques de pánico, insomnio. Pero la amaba, la miraba con deseo, no podía dejar de tocarla, de besarla, de comprarle un tonto chocolate, o simplemente de rogarle mil veces que dejara de fumar. Nuestra combinación extrema era llamarle yo boba a ella, y ella a mi tonto. Claro, valgan verdades, era “su” tonto, al punto que en el momento mismo del orgasmo lo decía, y sin duda me satisfacía.

Nunca quise separarme de ella, pero comencé a fallarle en tiempos y en dedicación, aún me duele haberle fallado aquella última vez que estaba con el reloj en la mano viendo cómo se me escurrían los minutos por tratar a una paciente, y no poder volar a su boca, que era lo que más deseaba. Allí la perdí por completo, se me escurrió entre las manos como un puñado de arena fina.

No quise ser loco, no quise ser un bipolar créanme. Aunque es muy cierto que jamás disfruté estar en el bando de los cuerdos y tener la aprobación del planeta y el sello de la presidencia de turno. Disfruto demasiado ser ajeno a lo normal, ser medio raro, no usar pantalones en verano así ya haya pasado mi época de shorts, quizás sea ilógico para un tipo como yo que ya peina canas en la cabeza, pero a mí me jode tener un horno entre los huevos. No soy afecto a usar traje, no es mi estilo, y creo que tampoco lo es por un tema genético, pues a mi padre le conocí como máximo 3 trajes, y creo aún los conserva, pero que de allí los use, está complicado, a pesar que todo el mundo me dice lo bien que me quedan, sorry los trajes y yo no somos amigos ni en el Facebook.

Pero dicen que esta maravillosa insania como es la bipolaridad es genética, vamos cuando queremos decir que alguna cosa es medio transcendente en la medicina, siempre jugamos con el tema genético. Puedo asegurar que genéticamente soy pedorro, que mi bisabuelo pedorreaba tan lindo como yo, y como lo harán los hijos de mis hijos, y la ciudadanía, el mundo entero se los fumará y harán aritos. Soy un pedorro bipolar o como quieran llamarme, sencillamente no me ofende.

Entonces ser bipolar no es tampoco un mal tan jodido como pareciera. Claro debo ser honesto, jamás quise pegarme un tiro –de esos tampoco-, jamás quise volar una torre de electricidad –esos sí que estaban bien locos, y creo que por allí siguen estándolo-; no lloro porque ella se haya ido, ni mucho menos lloro para que vuelva. No me gustan las canciones tipo cantinera que hacen que la gente se sienta peor, o de aquellas que hablan de los desamores. Tengo guardada la colección de Sabina por algún lado, bien compactada en algún USB, que no buscaré y que si lo encuentro, no lo escucharé. No porque me caiga mal el flaco, sino porque simplemente no quiero escuchar a alguien más cagado que yo.

No soy un depresivo, ergo mi lado maníaco está en su cumbre. Antes a los bipolares les llamaban maniacos depresivos. Yo no tengo deprimido ni el pelo de la entrepierna. No me deprimo, de hecho considero a los depresivos, gente aburrida, y cuando los he encontrado por allí, me han dado ganas de levantarme y salir corriendo –y no de golpearlos hasta que reaccionen, porque ojo soy un simpático bipolar controlado y pepeado sin duda alguna. Me llegan altamente los Emos, no entiendo como carajo unos adolescentes que pueden estar en el momento máximo de la vida, quieran estar bajo la tristeza y la depresión como compañeras. No entiendo cómo mi vieja, después de haber batallado el cáncer y tener a toda la familia a su lado, hoy sea un ser depresivo que llora porque se murió un ex presidente a quien ella nunca conoció, o que le afecte y se ponga al borde la histeria porque yo tome decisiones muy propias o impropias a mis treinta y pocos.

Me gusta el invierno, pero más porque tengo un fetiche con las minis y las pantimedias, que por el frío o la oscuridad de la gris Lima, de hecho quizás por eso vivo en Chaclacayo, donde el invierno pasa tan piola que puedo usar los shorts del verano, las gafas de sol, pero siempre salir con una casaquita por si las moscas. Pero ojo, me gusta el verano, adoro ir a la playa, y nadar como un delfín, comer un ceviche y tomarme unas chelas, vamos no soy borracho pero un trago de vez en cuando con una grata compañía, creo que nadie le va mal.

Entonces soy un maniaco no depresivo, o no tan depresivo. Ando controlando mi lado agresivo, que eso sí lo tenía muy bien implantado, y que hacía que si me cerraban en el tráfico, le mentara a la madre hasta en aymara, y si me hacían algún gesto me bajara del auto, así tuviera que retrasar el tráfico de la Javier Prado un viernes a las seis de la tarde. Las pepas ayudan, no lo dudo, y me gusta creer que voy pudiendo lograr el control de a pocos. Que si es una tarea fácil? Ni cagando! Pero allí estoy. Hoy encontré un mensaje de aquella ella de la que hablé en el inicio, una pregunta tan lejana como recordarle aquel relajante muscular que le recomendé hace mucho tiempo para una contractura. Claro un mensaje de dos líneas sin aspavientos, infelizmente ese mensaje me lo envió hacía casi una semana. Es mi culpa, no reviso mi Facebook, veo más mi correo de la consulta a cada instante. Me alegró saberla, vi unas fotos de ella y la vi mejor, no sé si más o menos loca que yo, pero me hizo recordar aquello de que si uno quiso a una persona, entonces la querrá siempre bien, y eso fue lo que pensé para ella, ojalá esté bien. Al menos su sonrisa que a veces era tan posada y fingida no se ve más. Eso me alegró. Puedo estar menos loco hoy, pero simplemente hoy ella sonreía y yo también.

Lanatta


Escrito por

Gianfranco Lanatta

Cirujano, escritor, comunicador y crítico. Disfruto escribir, tanto como tratar a un paciente. Vivo en Madrid, y a veces por Lima.


Publicado en

hablalanatta

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