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El arzobispo de granada el domingo pidiendo perdon por los escandalos. fuente: 20minutos.es

Pederastia en la Iglesia

los niños y adolescentes si tienen alguna vocación sea de sacerdocio o de militares se valgan de las herramientas de orientación vocacional y profesional

Lanatta

Publicado: 2014-11-25

Joaquín hoy tiene 24 años –y será Joaquín para este post- es un tipo al cual a pesar de todo lo que le ha pasado en la vida, nunca nadie le quita la fe. No sé si creerle un fundamentalista –hoy es supernumerario del Opus Dei- o si simplemente tiene una vocación por la religión a prueba de todo. Quizás esa vocación hizo que a los siete años hiciera la primera comunión, claro en ello influyó que los demás chicos del barrio que eran un poco mayores que él y con los que jugaba siempre, la hacían en esa época, y que recurrió a que su madre hablara con el párroco y este no viera ningún problema en ello, mientras el niño respondiera a la doctrina católica –y al final daba igual si tenía 7 años o 10 seguiría siendo un niño. Lo hizo, y lo hizo tan bien que le comentaría a su madre que quería ayudar en la misa y ser un monaguillo como un par de sus amigos. 

Hasta ese momento el cura Román no era más que el parróco, y se mostraba siempre generoso, amigable, si en la casa de Joaquín había algún lío, siempre el cura Román le haría la conversación, lo calmaría e incluso mediaría con sus padres. “Eres un buen chico” le gustaba decirle, y añadía “Dios siempre premia a los que son buenos”. Joaquín se sentía cuidado, sentía que tenía a alguien mayor que se interesaba por él, a quien le podía confiar sus problemas de chico, y luego de adolescente. Ese sentirse cuidado y agradecido por ello, le hizo siempre pensar en que lo suyo era la vida eclesiástica. Tanto así, que teniendo 14 años les dijo a sus padres que sentía tenía la vocación de ser cura, que quería prepararse para ello. Sus padres, fueron condescendientes con él, ya habría tiempo para ello, primero ocúpate del colegio, de sacar buenas notas, de aprobar bien todas las materias. Y así lo hacía, para orgullo de sus padres y con el cura Román como apoyo.

Los años iban pasando, por la parroquia no había sólo monaguillos hombres, sino también chicas, una de ellas se llamaba Agustina tenía dos años más que Joaquín, decía que quería ser monja, aunque a pesar de contar con 17 años, aún no estaba segura. A Joaquín ella le gustaba, pero claro era una chica un poco más grande que él, y cuando se lo comentó al cura Román él le dijo que esos eran “pensamientos pecaminosos” que si él quería mostrar verdadera vocación debía ser fuerte.

Hubo un día que al terminar la misa el cura Román –al que comenzaban a llamar más director, por ser el director espiritual de ellos- les invitó a pasar la tarde del domingo en la casa de uno de los seglares ‘comprometidos’ con la parroquia, irían por un rato a conversar y ‘pasarla bien entre amigos’. Ese día comenzaron a pasar cosas raras para Joaquín, ese día sirvieron mucho vino, y el Director, lo abrazaba y hasta besó. Joaquín lo entendió era un signo de cariño, y no lo podía rechazar de alguien que era en valor afectivo más que un padre. Ese domingo sería el inicio de muchos domingos visitando aquella casa los domingos, esa sensación extraña del tomar un poco de vino, y sentirse en confianza hacía que él viera y sintiera cosas extrañas, como aquel domingo en que estando en el baño el cura Román se metió de pronto y no sólo lo besó esta vez ya en la boca, sino que le llevó una de sus manos a su pene, y le hizo acariciarlo.

Joaquín en ese momento, no sólo se sintió confundido, sino avergonzado, para ese instante el cura Román le dijo que “el amor es libre y eleva el espíritu” y añadió una pregunta que Joaquín respondió de inmediato “¿acaso no me quieres, hijo?”. Cada domingo, las reuniones fueron elevando el nivel, alguna vez vio como a Agustina subir al segundo piso acompañada de José, el cura –y hermano del director. No le preguntó nunca nada, aunque a los pocos meses Agustina no regresó más.

Esas confusiones desconcentraban cada día más a Joaquín en el colegio, y le promovían problemas con sus padres, que asumían que esas salidas “a la parroquia” pasaban de ser sólo los domingos para ser todos los fines de semana, y que no eran para irse más que a hacer botellón en algún lado, y que viendo ese cambio, incluso su madre pensó que estaba quizás envuelto en algo de drogas. Los cambios se evidenciaban más cuando él dejó de dormir en casa, para quedarse en la casa parroquial. Cuando sus padres encararon a Joaquín, él sólo decía que tenía una vocación que defender y que se concentraba más estando en la parroquia donde podía tener la paz y concentración suficientes para sus estudios. Esos fines de semana, Joaquín no dormía solo, y es que a pesar de haber numerosas “celdas” para otros curas, el Director cuidaba de él, durmiendo juntos, momentos en los que él comenzó incluso a cuestionarse su sexualidad porque de los besos y tocamientos, el Director le había dado algunos encargos mayores como el de masturbarlo a él y otros “hermanos” como demostración de cariño y fe.

A los 17 años Joaquín fue empujado a mudarse a la casa parroquial con el cura Román y dos laicos más, lo hacía porque le había convencido de que debía vivir mucho más aquella ‘vocación’ en el lugar adecuado. Sus padres ya no comprendían esa situación, el cura Román lo calmó, y luego de acariciarlo y besarlo, lo miró y le dijo “al padre, la madre y la tierra por el reino de los cielos”. En esos meses en la casa parroquial Joaquín se dio cuenta que esa vocación estaba siendo trastocada, y decidió marcharse.

Siete años después ya siendo profesor universitario y atormentado por aquellos días de adolescencia, que lo llevaron a una terapia psiquiátrica intensiva con medicación de por medio, Joaquín decidió tomar cartas en el asunto y enviar una carta al Papa, no habría emisarios de por medio, sólo una carta a Su Santidad contándole aquellos vejámenes que había sufrido, y pidiendo por aquellos que podrían estar en esa misma situación. A los pocos días recibía una llamada del mismísimo Santo Padre, pidiéndole disculpas a nombre de la Iglesia, y dándole instrucciones de cómo manejar el proceso, debía denunciarlo a las autoridades, él no estaría solo.

Este relato toma como punto de inicio la información proporcionada por el diario El País. Joaquín es el alias que escogí, las frases y situaciones relatadas se ajustan a los relatos a los que se tuvo acceso. Hoy tanto el cura Román como los demás miembros de su séquito, han sido detenidos y son juzgados por la justicia de Granada. Si bien asumo la libertad de recrear algunas situaciones de forma ficticia, sólo haré hincapié en que la pedofilia es un delito que no debemos dejar pasar jamás, que amo a la Iglesia Católica, pero elementos como el cura Román deben ser procesados y recluidos. Cada cual es libre de pensar y opinar lo que le convenga, pero sugeriría que de monaguillos tomen a los adultos, que los niños y adolescentes si tienen alguna vocación sea de sacerdocio o de militares se valgan de las herramientas de orientación vocacional y profesional. Callar es ser cómplice.

Lanatta.


Escrito por

Gianfranco Lanatta

Cirujano, escritor, comunicador y crítico. Disfruto escribir, tanto como tratar a un paciente. Vivo en Madrid, y a veces por Lima.


Publicado en

hablalanatta

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