#ElPerúQueQueremos

Amistades peligrosas

hoy al verte, me quedo con el sabor de tus cocadas y quizás con el olor de tu ya célebre I love Dior

Lanatta

Publicado: 2015-07-31


Si me dices que te tomarás ese segundo chocolate hirviendo en esta tarde noche limeña de invierno, te creo sin dudarlo un instante. Pero si me dices que te sientes feliz con aquel a quien llamas como “mi peor es nada”, simplemente sé que me mientes. Ojo no voy a decir qué cosas buenas puede tener él, que ciertamente en un momento determinado de mi vida, significó la razón por la que dejé de sentirte a mi lado, que por mucho que hubiéramos terminado un año atrás, aquellos encuentros y reencuentros que nos dábamos a pesar de sabernos con otras personas cerca, simplemente sentí que nos disfrutábamos. Claro, aquella llamada que me diste pidiéndome que no te buscara más en pos de un furtivo momento sexual, pero que serías mi amiga para toda la vida, me sonó entre despedida absoluta –una hermosa mandada a la mierda- y una de tus tantísimas mentiras color rosa –aquello de amigos para toda la vida me suena tan ridículo e hipócrita entre quienes se han sostenido juntos no como pareja sino como amantes.

Pero insisto, no te reprocho nada, han pasado tantos años de ello que hoy no es que te sienta como la “amiga para toda la vida”, pero si te soy honesto, no me veo ni en tus labios, ni entre tus piernas. Por eso escuchar aquello de “peor es nada”, sé que lo puedes decir como una frase común, y que todo el mundo creerá que ese es el sentido, pero mirándote tomar el chocolate y fumando, sé que lo asumes con un conformismo que me cuesta creer seas tú hoy, porque de aquella chica que solía llamar “mi chica”, no la encuentro en ti.

Ya hablé hace poco de lo que opino sobre los conformistas. Recuerdo que alguna vez mirando el techo del depa de La Planicie me dijiste aquello de que no te haría nunca gracia ser y lo pongo entre comillas “la mujer de”, que tú apuntabas por ser siempre tú. Esta vez mirando el aro de tu mano izquierda, y las cocadas que hiciste para sorprenderme con tu novedosísima cocina, creo que sí me sorprendes, pero me sorprendes teniendo menos de treinta con una actitud de señora de sesenta o quizás setenta. Al menos me has jurado que no planeas ni por tu puta vida tener críos, y te creo, como con el chocolate. Pero esto de jugar a retar al pasado, siempre me ha sabido tan mal. Te miro y no te encuentro, y por mucho que hemos conversado más de cuatro horas, y me has tomado de las manos casi cinco, no sé si me siento hoy como un cura escuchando la confesión, o como el analista esperando que suene la alarma indicando que terminó la sesión de hoy. Hoy te he visto súper maquillada, tremendamente sofisticada, alguien alguna vez me dijo –y no sé si fue por ti- que me gustaban las gatas reggaetoneras. Y nunca te sentí así, recuerdo que iría yo a cumplir los treinta y tú ostentabas tu novísimo DNI, pero me sentía perfectamente bien a tu lado, con ese cagarnos en el mundo, escuchándote tararear a la tía Cristina del Valle en mi oído diciéndome “me haces tanto bien”.

Pero te das cuenta que te alojo tan bien en mi pasado y en mi historia, que hoy al verte, me quedo con el sabor de tus cocadas y quizás con el olor de tu ya célebre I love Dior. Te pediría por alguna razón resucites, rompas ese puñetero letargo en el que te veo. Querida, ya parece que quieres llegar a cobrar tu jubilación. He terminado esta columna sentado en el coche, sin arrancar de tu puerta, queriendo despertar de un mal sueño, regresando a 2006 y poner mi tono más agudo y decirte “no tocar, peligro de muerte…no tocar, las tibias y la calavera hacen dudar..”, y que me seduzcas con la dinamita de tu mente y el infierno de tu piel.

Lanatta.


Escrito por

Gianfranco Lanatta

Cirujano, escritor, comunicador y crítico. Disfruto escribir, tanto como tratar a un paciente. Vivo en Madrid, y a veces por Lima.


Publicado en

hablalanatta

Si te molesta que sea sea crudo, lo siento.