La vida me enseñó a decir "te quiero" sin buscar una cama, o una pareja. Como que nos olvidamos de que el cariño existe, y que ser cariñosos o afectuosos, no implica buscar cama, sexo o choques y fugas. Pero también es verdad, que a muchos como a mí, la frase "hazte de fama y échate a la cama" nos precede. Pero veamos si puedo lavarla un poquito...mi imagen señora, no piense mal.
d:\amistad


Yo descubrí que mi mejor forma de darme a entender era escribiendo. Ya sé, hoy por hoy, podría decir que entro en competencia con las alocuciones que puedo hacer, que a muchos hoy el tema de leer les resulta demasiado ajeno, que es más divertido si es multimedia, si hay emoticonos, efectos especiales y, mucho mejor, si en vez de ser un blog así de escrito y aburrido, es mejor un tiktok, una historia de IG o un happening en Snapchat. Pero lo dije más de una vez, escribiendo salen todos mis demonios, salen mis opiniones malditas, puedo tomar pausas, puedo darle un mejor brochazo.

Yo a diferencia de otras personas que pueden expresarse pintando, cantando o bailando, yo nací para escribir, para contar historias, para meter lío con mis textos. Algunas veces los he leído en voz alta para algún grupete de amigos, más de uno se río, más de una me odió. Es que no puedo contentar a todos, señora, soy de ese tipo odioso de personas que no precisamente puede ser la monedita de oro, que cae bien a tutti li mundi.

Por ejemplo, una amiga mía –muy argenta ella- cuya amistad atesoro más de 5 años, me lanzó hace pocos días una queja sustantiva: “Lanatta, dejá atrás los pasados, porque ya fueron, dejá de hablar de tus amoríos de treintañero o veinteañero, porque ya no lo sos, enfocáte querido, hablá del hoy, de tu presente de tus metas, de tu futuro”. Y medio que tenía un poco de razón, pero le sentí también un toquecillo de envidia o incluso de celos.

De mis amigos hablo poco salvo que se crucen en historias paralelas, soy un tipo de pocos amigos y de millones de conocidos. Hoy podría decir que tengo buenos amigos que con las justas caben en número en mis dos manos, pero ojo, yo tengo un concepto de amigos quizás muy distinto a los demás. Hoy casi todo el mundo dice tener amigos, pero para mí mis amigos, son esas personas contadísimas, con las que puedo decir todas las gansadas que se me ocurran, y que siempre están allí conmigo. De hecho, mi mejor amigo, el ex Flaco Pingüino, hoy convertido en papá de dos nenas, residente de Jersey City, sigue siendo el único hombre no familiar mío, al que cada vez que lo llamo le digo un “te quiero “. No, no somos gays, de hecho he dicho millones de veces que no me gustan los de mi mismo sexo estén vestidos como hombres o como mujeres. Pero lo que siento por el flaco es cariño sincero, es mi hermano, es el tipo al que más de una vez le conté mis cagadas, y siempre, está allí o dándome un consejo, o simplemente escuchándome y jorobándome.

Y he notado que eso no es normal, que ya ni entre los hermanos se dicen un “te quiero”, que lo normal es a lo mucho decírselo a los viejos, o ya en el extremo del enamoramiento maldito, en ese nivel en que se llega a ser empalagoso –y reconozco señora, soy empalagoso- se pueden lanzar alguna frase de cariño. Como que la gente se acostumbró más a “estar” a discurrir, a ser y valorar muchísimo más su aislamiento, que sus vínculos y sobre todo sus afectos.

Y ojo, yo estaba ya entrando en esa costumbre, yo ya me estaba volviendo un pasajero indiferente, pero una amiga, gallega ella–sí señora también tengo amigas, que no han pasado por algún tipo de encuentro sexual conmigo- me lanzó muchos años atrás, un abrazo que sinceramente me dejó congelado, no sabía yo si venía con una connotación física o sexual, o de qué estaríamos hablando. Pero era ese sólo gesto de atenazar a la otra persona con los brazos, de apoyar cabeza con cabeza, y de decirme “Lanatta te quiero mucho, eres el mejor amigo, que podría haber tenido nunca”. Y me desarmó, no niego es una mujer guapa, pero su mirada, su abrazo y sus palabras fueron tan sinceras, tan pulcras, tan carentes de sexualidad, y más bien, tan cargadas de afecto, que le correspondí con un “yo también te quiero mucho”.

Y a partir de allí todo cambió, intenté aplicar esa regla de decir un “te quiero” a poquísimas personas, pero a decírselo sin buscar sexo o algún otro acercamiento. Y es lo que pasa con mi buen amigo –el mejor amigo que tengo- el pingüino de Manhattan (vive en Jersey pero trabaja, como casi todo Jersey en NYC).

Añadiré algo, y es que siempre asumí que, entre dos personas de distintos sexos, no cabía mucho el tema amistad, que siempre habría alguna intención velada por algún flirteo. Pero en eso mi amiga argenta, tiene toda la razón, ya los años han pasado, y no estoy en ese plan de ligue tan desesperado o apurado. Ahora, si me voy a ligar con alguien, me lo tomo como algo que requiere niveles y capítulos, parece más un juego de vídeo, que una relación probablemente. Pero el optar por una relación, ya implica desde mi vereda, mucha más seriedad, menos deporte.

Entonces, sí pues, hoy escribo de mi pasado y de cosillas muy presentes, de sentimientos que ahora puedo transmitir quizás mejor, porque a veces los sentimientos tienen que pasar un cierto tiempo para poderlos decodificar adecuadamente, y no caer en vacíos o errores. Sí pues señora, errores y horrores cometí y muchísimos, y no me jacto de ellos, pero sí me jacto de haber aprendido. De que eso no me volverá a pasar.

Hoy entonces quiero pintar con palabras nuevos escenarios, lo siento si digo más pervertidos, más lujuriosos, más míos. Ayer conversaba con una amiga, y me dijo que yo claramente en el tema lujuria la superaba con creces, y la verdad, es que la lujuria como la pintura, requieren un lienzo especial. En mi caso, pinto esos escenarios, y busco casi viendo desde cada rincón el desarrollo de esas imágenes, de esas situaciones, como si contara con cámaras que dan vuelta al escenario en forma esférica y no sólo en 360.

Sí señora, el pervertidísimo Lanatta volvió con más locuras, con más osadías, oh si pero con más canas también.

Lanatta.