Y sí, si hubiera una titulación, antes del de médico cirujano, colgaría mi título a nombre del a nación como rochoso, como el que se genera líos sin ton, ni son, y bueno el metedor de pata profesional.   
C:\roche


Señora existen situaciones un poco vergonzosas, situaciones en las que uno quiere enterrar la cabeza en la tierra, o ponerse la bolsa de papel para no comerse el sambenito. Si pues pasan cosas, que en el Perú definimos como rochosas. Y vamos de esas yo soy casi la enciclopedia.

Yo era en el colegio el rochoso de sorteo, vamos que cada vez que podía salirme una genialidad, ocurría lo inversamente proporcional. Debo decir quizás como justificación previa que sufría de astigmatismo, y diferenciar a las personas a pocos metros de distancia era entre altamente complicado y terriblemente difícil.

Y pasó un día en el que yo como seleccionado de básquet, tuve que enfrentar al equipo del Recoleta. Mi entrenador (el gran Fito) lo primero que me dijo fue "Lanatta éstos están jugando sucio, anda metiendo su chiquita y ablandándolos" (en términos prácticos golpear sin miramientos). Y fue así cómo de “casualidad” pisaba, codeaba o ponía cabe haciendo que cada jugador contrario, comenzara a lesionarse, claro cosillas pequeñas, esos pisotones que no te dejan pisar bien y caminar por un par de días. Pero también erraba algunos pases sólo para que diera diana con la cara de algún contrincante, hasta que mi odioso astigmatismo me jugó la mala pasada, ví a uno del Recoleta de espaldas y le tiré la pelota en la cabeza, ¡chuza! Se fue de bruces, cara al piso, sólo un detalle: era el entrenador. Fito me sentó en la banca y me suspendieron por 2 partidos.

Estando con en el colegio, también tenía la costumbre heredada de hablar un poco más fuerte que el normal de mis compañeros –una costumbre heredada de mi vida bonaerense- el asunto está en que saliendo del colegio hablábamos con unos compañeros de la “La Pasa”. La Pasa era una señora ya mayor –le calculo sus 70 abriles sin miedo, de allí que de tanta arruga parecía una uva pasa- que era la profesora de matemáticas en secundaria. No entraba en juegos, ni tampoco es que tuviera un sentido del humor asequible, era muy estricta y a pesar de su edad, estaba al tanto de que nadie copiara, plagiara o mandara algún mensaje. Ese día a la salida del colegio, le decía a mi buen amigo el “chimpas”: “la Pasa me odia, brother…yo creo que allí adentro ya debe tener telas de araña o desechos nucleares”. La señora de adelante –puto astigmatismo- volteó: “nos veremos mañana en dirección Señor Lanatta”. Suspensión.

En el primer año de universidad, uno llega como aspirante de escolar con grado universitario, busca hacer siempre las bromas fáciles, la joda con los amigos. A algunos siguiendo casi la costumbre escolar les iban a recoger cuando las clases terminaban muy tarde, y ese día una chica de gloriosas piernas embutidas en un jean que no estaba puesto sino parecía pintado, estaba fuera de unos de los carros. Yo el “desubicado Lanatta” le digo a mi amigo Hans: “manya esa flaca loco, qué ri..!” La frase no pude terminarla, la flaca era la hermana de Hans, sí es verdad estaba buenísima como un margarita en verano, pero ya mi amigo no me invitaría jamás a su casa, ya sabía que yo estaría viendo a su hermana, violando aquel acuerdo de caballeros de que las hermanas de los amigos son hombres.

Llegado a España, tenía un supermercado Día muy cerca de mi piso, por lo que era lo normal, ir a comprar allí diario o interdiario –vamos estaba recién equipando mi piso, y refrigeradora no había, así que compraba los frescos del día para usarlos en el instante. Vamos que lo primero fue tener una cajera con la que empatizara, esa cajera amiga que te saluda, que te pregunta qué vas a cenar, o que te llama la atención cuando estás comprando muchos chuces –golosinas- o que al ver algunas birras de más, te pregunta por la fiesta. Pero ese día yo llegué tarde al súper, y claro como en todo supermercado normal, 5 minutos antes comienzan a perifonear que ya la tienda estaba cerrando y que nos aproximemos a las cajas. Lo hice tal cual, compré mis cosillas, pero los guardias jurados –los vigilantes del súper- comenzaban a presionar para que uno se vaya, mi cajera me saludó como siempre, claro algo apurada que no les pagan horas extras, y el jodido del guardia jurado estaba allí casi poniendo mis cosas en la faja. Y le lancé el comentario a la cajera: “pobre la mujer de este tipo, debe ser un plasta de la vida”. La cajera se puso roja, me miró y lo miró a él…”es mi esposo, y no es un plasta”. Tráiganme el cianuro.

De vuelta a Lima hoy me pasó que vinieron dos pacientes mujeres, una de unos ojos verdes increíbles y otra un poco desprolija, no sabía obviamente cuál de las dos era la paciente, entonces claro me dirigí a la chica de ojos verdes, y le digo “tú eres entonces Ximena, pero vamos eres una chica guapa y con esos ojazos que debes tener al mundo a tus pies, ¿qué puedo hacer por ti?”, de inmediato, se sonrojó, me dijo “no doctor, yo soy la mamá de Ximena”. Ximena –a sus 26 años- se veía desprolija y con un aspecto de ser una persona mayor, en cambio su madre se vería casi de 30 años y se notaba que le gustaba cuidarse. Al final pude salvar la situación, pensando en dar un tratamiento ad hoc para Ximena, y convenciendo a su mamá –la de los ojos verdes- que se podía hacer unos retoques. Pero Ximena, me dijo claramente que ella sabía que su mamá se veía mejor que ella, y que incluso muchos de sus amigos cuando la veían le pedían el fono de “su hermana”. He intentado convencer a Ximena que se verá súper bien y que haré todo porque se vea mejor, pero me dijo que no le importaba parecer distinta a su mamá, que total a ella le gustaban los chibolos tontos como yo, y que a ella le atraía más el sex appeal de la inteligencia. Me cagó.

Y sí señora…¡qué metida de pata!

Lanatta