Yo me casé en el año 2000 con una chica guapa, seductora y que es ultra exigente, se llama Medicina. Y así como me da satisfacciones, también me exige mucho de mi tiempo y ganas, es de esos matrimonios donde la reciprocidad es un tema del día a día. 
MED


A ver, a mí me gusta hacer lo que hago, yo me casé con mi carrera, quizás le parezca extraño ese término señora, pero es la más pura verdad, mi profesión no es sólo un título a colgar en la pared, una colegiatura o un registro de especialista; mi profesión es lo que más quiero y me gusta de la vida. Yo disfruto esta maravillosa profesión, disfruto el atender pacientes, el escuchar sus ideas, el escuchar sus historias, el conversar y, hasta a veces, dar consejos muy extraclínicos. Aprendí a ser más que sólo cirujano, a actuar como el viejo doctor, el que escucha al paciente y no corre, el que se toma el tiempo y puede conocer más del paciente.

Ojo es cierto estar en pareja es buenísimo, sentirse amado, y añádale a ello todas las cuotas de sexo, pasión y lujuria, pero es también cierto, yo vengo con ese matrimonio previo, y muchas parejas no lo lograron entenderlo. Siendo así, no dejaré de ser cirujano nunca, es mi ADN. Sí, eso sí es un tema de inteligencia, porque más de una ex, me ha dicho que mi carrera les hace sentir a ellas "la otra".

Pero el ser cirujano, médico o simplemente doctor, es un arte que no implica comerse libros, implica algo que dije líneas arriba, es escuchar al paciente. Muchas veces cuando se trabaja para el estado o para alguna clínica, se nos obliga a tener “productividad”. A atender una cantidad de pacientes por hora, no es mejor el médico que en 5 minutos haya dado una receta o haya ordenado unos exámenes, ése médico lo que habrá hecho es preguntarle al paciente ¿para qué viene? Y de inmediato le habrá extendido una boleta de exámenes o de medicamentos sin escuchar siquiera la mitad.

Y lo que añado es, que muchos pacientes cuando replican o piden un poco más de atención, los colegas todopoderosos les miran con desprecio, como si el cronómetro importara más que la salud de ése paciente. Más de una paciente mía, me ha contado que cuando ella le preguntó un poco más de información a tal doctor, le dijo que la explicación sería larga, que lo podría googlear, o que si quería que él le explique que vaya a su consultorio privado.

Es verdad yo me muevo en el ámbito privado, porque aquello de responder a jefes médicos, a hacer sobonerías, no ha sido nunca lo mío. De allí que cada cual hace lo que más o mejor le parece, para muchos de mis colegas, el estar rebotando de clínica a hospital, de consultorio, a policlínico. Les hace ilusión, les gusta probablemente vean en un día la misma cantidad de pacientes que yo veo en una semana. Pero hay un detalle, para ellos los pacientes son números, son simplemente ello. Yo en cambio, tengo la fortuna de ver a mis pacientes venir conmigo y que estén distendidos, muchas veces no he cobrado una consulta porque sólo vinieron a que les vea o conversar por algo. No entiendo hasta ahora cobrar por ello.

En mi caso, un amigo y profesor mío en la UCM me dijo que se ha perdido mucha mística en la profesión, que se ha perdido el sentido de cuidar del paciente, y no sólo curar al paciente. Los doctores no hemos vuelto esa élite, que dispara medicamentos y tratamientos, cuando a veces muchos de ellos se solucionan con evaluar lo que ése paciente está haciendo mal.

Por alguna razón loca, me he vuelto algo así como lo que es en Europa el médico de cabecera –muy a pesar que no soy internista-, recibo consultas a diario sea por redes sociales o por teléfono consultándome por a o z problemas de mis pacientes. Por teléfono he podido diagnosticar cosas tan locas como un ataque de pánico, una apendicitis o un cólico de gases. Claro, son cosillas sencillas, tampoco es que haga una resonancia por Whatsapp, pero mis pacientes confían en mí, y esa suerte nadie me la quita. Muchas veces he tenido que decirles a los pacientes, ya es un tema de ir a la emergencia, de llamar al SAMU o de correr a quirófano.

Esta etapa de coronavirus, me he permitido diagnosticar y tratar demasiados casos, y todos con éxito. El problema es que las personas no saben a quién mirar, el sistema sanitario ha colapsado, lo simpático es que sí hay medicamentos que pueden ayudar a resolver y curar. Las personas huyen de los centros de salud, de los hospitales y también de las clínicas. Un tratamiento covid inicial no debe superar los 10 euros, lo importante es que los pacientes busquen la ayuda y la reciban. Ésa es la función de ser médico, de estar a la disposición del paciente, de que el paciente sepa que cuenta con uno, así sean las consultas más absurdas que se pueden remediar con una aspirina o paracetamol, pero créame señora que lo peor es la automedicación.

Entonces es mejor estar para el paciente, si el paciente está confundido ayudarlo, saber conocer los síntomas, preguntar más, no conformarse con lo que el paciente le cuenta al doctor, por el contrario, ser quisquilloso con las preguntas, a veces esos detallitos que se escapan son la diferencia entre un ataque cardiaco y un cólico de gases.

El amor por la medicina se lleva en la sangre –y el amor por la cirugía se lleva en los dedos. Debemos saber que como médicos la bata blanca es sólo para la consulta, porque el resto del tiempo cuando operamos estaremos hasta los zapatos con sangre, eso es cirugía, esa es la parte que nos diferencia a los cirujanos del resto. El poder curar metiendo nuestras manos dentro del paciente. Amo esta carrera por eso, porque ese regalo tan valioso como es la vida, puedo ayudar a preservarla, porque quizás soy intrépido en intentar tratamientos nuevos para que mis pacientes mejoren. Dejemos de ser tan médicos de escritorio. Sí pues me casé con la medicina hace 20 años, y le soy demasiado fiel, no cambiaría esta carrera por nada, ni nadie. Es una vocación.

Lanatta