Personalmente no soy de contar de los hábitos de algunas parejas mías -¿o sí?- el tema está en que la enana merecía que la escondiera un rato, que no la sacara al fresco, pero su mensaje de hoy la sacó de ese baúl de recuerdos y bueno, como siempre genera esa historia.
https://youtu.be/cABZfkRcQ6A

A Claudia, la enana, la conocí habiendo terminado la residencia. No es broma era súper bajita, creo que no llega al metro y medio, pero esos ojazos azules y ese 40B de busto, hacían que simplemente, cualquier tema paralelo se olvide. Ya vivía yo en Madrid casi 4 años, ya la ciudad me había adoptado como un hijo más, ya para cualquiera yo era madrileño, mis formas, mis jergas, mis dejos. Claudia en cambio seguía siendo argenta, y claro, jamás iría a buscar adaptarse a España, ella buscaba que España se adapte a ella.  

Pero la enana, alegre como es, tenía un defecto, cada fin de semana, era no sólo ir a por una caña –una birra- ¡no! La enana buscaba siempre ahogarse en todo el alcohol del mundo, ella decía así se desinfectaba por dentro de tantísimos gérmenes que teníamos en el hospital. Lo cierto es que, para mi gusto, había mucha depresión que escondía, que ocultaba, y que por mucho que yo trataba de que hablara, simplemente se lo guardaba. En uno de esos fines de semana, me dijo para vernos en su piso, irían pocos amigos, en realidad fue una reunión de dos, vinos van, vinos vienen y despertábamos el domingo, yo no quería rollos, no quería estar con nadie, ella tampoco, por lo que acordamos ser follamigos, pero jurándonos, que cuando dejemos en algún momento de follar, simplemente sostengamos nuestra amistad y empatía.

Los meses pasaron así, en que los fines de semana que nos juntábamos comenzábamos el viernes por la noche y nos despedíamos el lunes al entrar a nuestros servicios –ella es endocrinóloga. Pero llegó un momento en que me incomodaba que ella bebiera tanto, lo digo con honestidad, un par de birras me parecían bien o una botella de vino compartida. Pero el hecho de tomar por tomar, cual competencia, no me ha hecho ilusión nunca. Y se lo dije, entonces dejamos las birras o el vino, a por un whisky sea de malta o bourbon, pero ella no era feliz si no estaba vacía la botella, yo suelo decir que aprendí a tomar el whisky como escocés, seco, por lo que un vaso era más que suficiente. Claudia no, ella seguía con la botella en la mano, y recuerdo claramente cómo en pleno follar, ella tomaba de la botella.

Ése día, opté por alejarme de a pocos, me seguía pareciendo hermosa, alegre, siempre con la broma para sacar risas, pero sí se molestó cuando le inventaba excusas de cualquier tipo para no vernos en el fin de semana, “sos un pelotudo Lanatta, ¿entendés?” Claro que lo entendía, pero no me hacía ilusión follar con una borracha, ojo seguía siendo su amigo, y se lo dije, claro me mandó a tomar por culo, y me evitó por un buen tiempo.

Diez meses después, me llamaban de emergencia del Hospital Central de la Cruz Roja a menos de 1 kilómetro de nuestro hospital, y a 3 cuadras de su piso, había dado mi nombre como contacto de emergencia, los vecinos habían llamado a su puerta por la bulla que se escuchaba, llevaba saliendo con un enfermero de nuestro hospital, un tío de más de 50, que no pudo hacer nada más que invitarla a no sólo emborracharse, sino a meterse cocaína. Pero esa noche se pasó de vueltas y se puso hecha una piedra.

La enana se había comenzado a coquear, primero los fines de semana, para que pudiera seguir emborrachándose, pero lo había comenzado a hacer un hábito, a todos les decía que bajaba de peso por su estricta dieta, porque estaba con un plan hormonal ultralight. Lo cierto, es que estaba así porque consumía a diario cocaína. El residente de guardia que me llamó, fue demasiado claro, estaba en sobredosis cuando los paramédicos del 112 la habían evacuado. El enfermero con quien se drogaba se hizo “humo” hacía rato. En urgencias la Naloxona le había sacado del estatus crítico, pero seguiría con riesgo vital y en observación.

Cuando me miró rompió en llanto, no sabía qué decirme balbuceaba, sólo quedaba allí el ser amigo, el acariciarle la cabeza y la mano, y buscar se ponga mejor. Pasaron recién un par de días para que le dieran de alta. Fue a la salida de mis dos días a verla, y de hecho hice que me espere para recogerla y llevarla a mi piso. No me decía nada, no hablaba, se dejaba llevar como si de una muñeca de trapo se tratara. La instalé en mi habitación, ya no éramos follamigos, de hecho, para ese momento una dulce rumana, de quien hablé hace muchísimo tiempo ya me hacía compañía. Se quedó dormida ni bien se acomodó en mi cama.

Me tocó dormir en el sofá cama, me tocó leer mucho esa noche y preparar mi disertación del viernes. Probablemente el sueño me venció alrededor de las 3 de la mañana. A las 6 mi despertador del móvil sonaba y debía levantarme. Ella no estaba más. Una nota con lápiz de labios escrita en el espejo de mi baño decía “Lanatta, sos un pelotudo lindo, ¡gracias!”. ¿En qué momento se habría ido?, no tengo la menor idea. Lo que sí, es que a las 10am un email llegaba a mi buzón. Era de ella y hago un copiar y pegar:

Lanatta: no esperaba menos de ti, sabía que, si me pasaba algo, vos serías siempre el que vendría a por mí. Gracias por hacerlo, gracias por ser tan como sos. Mi carrera en España se terminó, antes de pasar por procesos y revisiones, he decidido regresarme a la Argentina. Me buscarás y te buscaré. Me meteré en rehabilitación allá ni bien llego. Ya lo ví, es especial para personal médico. De hecho, iré directamente allí bajando del avión, no quiero que mis viejos me vean así. Les di tu número para que les metas algún verso. Sos lo más.

Y d eallí no supe más de ella, a pesar de mi vida argenta unos años después, nunca más la vi. Hasta que hoy me mandó un mensaje con un “te encontré” (glorioso Facebook). Me ha contado de su vida, de su nueva religión, de sus ganas de hoy por ser mejor para ella y para el hijo que tiene, que es madre soltera, que su nene ya tiene 11 años –¡la madre que me parió cómo pasa el tiempo! - pero me regaló un detalle, a su nene no dudó un solo instante en ponerle mi nombre. Qué maldad ¿eh?

Lanatta