No pensaba desenterrar algo tan extraño para mí. Pero ella me dio carta libre, una amiga de demasiados años, con quien tuve una sola experiencia carnal. pero que muy a pesar de ello, aún nos llamamos, y promete regresar a Lima a cobrarme asuntos pendientes. 
A:\Audi


Era mi amiga, sí señora suelo tener más amigas mujeres que amigos. Por alguna razón con más del 80% de ellas algún momento sexual habremos compartido. Pero siempre, con ese detalle de que valoramos la amistad e interpusimos siempre aquella máxima de priorizarla. Y Ale no era diferente, la conocí cuando éramos chicos ella tendría unos 16 y yo ya unos 20. Llamaba la atención por 3 razones, por tener una risa jodona, por hablar casi como si fuera un colega más, y, por un detalle adicional, estaba más buena que pan sacado del horno.

Pero Ale tenía ese detalle jodido, era la chica del San Silvestre que sólo podía salir con chicos egresados del Newton, Lincoln o en el peor de los casos del Humboldt (no importando si estaban ya en la universidad o si seguían en la francachela). Y no pues, los demás por mucho que ya estuviéramos en universidad, éramos los “amigos”, podía coquetear, hasta bailar pegadito, pero hasta allí, no estabas en su liga. Solía usar sus vestidos ultramegacortos y pegaditos, oh eso sí, siempre muy cuidados, muy de marca o diseñador, no eran vestidos que hicieran verla vulgar, sino altamente sexy.

Los veranos sólo los pasaba en el Regatas o en Punta Hermosa, en el famoso cuarenta y siete y medio de la Panamericana Sur. Aparecía siempre en las páginas de sociales de El Comercio, Caretas y ¡Hola! edición Perú. Era una de las princesas de la crema y nata de esa Lima noventera, en la que la mejor discoteca era la Red & Blue del Hotel Miraflores, y que si el portero te veía al costado de ella sólo te dejaba pasar, ella siempre era vip.

Yo era el amigo con el que siempre se cagaba de risa, con el que tenía la confianza del pedo, pero señora, mirarla en esas minis, en esos bailes pegados, créame era imposible no tener una erección inmediata, y puedo apostar mi caballo, que ella los percibía, que de hecho los disfrutaba, sabía que excitaba, que atraía, y eso le daba más disfrute que otra cosa, ser la puñetera manzana del deseo.

Nos hablábamos siempre el jueves, siempre me pasaba el dato de dónde sería la jarana: “Vamos Lanatta vente con algún colega, yo les hago pasar”. No importaba si estuviera con enamorado, follamigo, o algún payasete, la joda era a cierta hora que sonara en la consola “You shook me all night long” de los AC/DC o “Should I stay or should I go” de The Clash ella me iría corriendo a buscar, mi puto cabello largo, mi cara de maldito y mi actitud de metalero hacían que sea nuestro momento de la fiesta, nuestra canción. Más de una vez alguien le protestó el por qué lo hacía, se volteó se cagó de risa y le dijo “mis reglas, las tomas o las dejas”. Punto en boca, y debo añadir que más de una vez ella o yo nos mirábamos a distancia para hacer el gesto de ir a la consola del pinchadiscos y pedir la canción.

Podría estar yo con novia, o follamiga, pero era nuestra canción y así pasaron mínimo un par de años. Ya tenía ella 18, cuando me fue a buscar al gym, estrenaba un Audi S4, que su novio le había regalado. Acababa de sacarlo del concesionario una semana atrás, y quería que nos vayamos a hacerlo rugir, a que esa bestia vuele. Pensé que ella quería conducir, pero al llegar a la Panamericana Sur y pasar el peaje, se orilló, se bajó de auto y me dio la llave. “Lanatta hazme volar”. Tenía una máquina de 250 caballos de fuerza, una aceleración suave, una caja tiptronic secuencial de 5 marchas, que invitaba a que el pie siguiera presionando el acelerador, las agujas del velocímetro pasaron los 200 km/h rápidamente y se insinuaban hacia los 230 –la supuesta velocidad máxima que llegaba el velocímetro era de 250 km/h. Pero la idea no era volar la máquina.

Nunca la había visto tan excitada, su mano no se agarraba de ninguna parte, estaba allí metida en su entrepierna, cierto Lanatta mira la pista no te desvíes a la entrepierna de la amiguita. Hemos estado a casi 250 en la recta de San Bartolo, cuando estalló en el orgasmo, gemía sin detenimiento, gemía y se retorcía en el asiento, vamos soy humano, me interesaba más en ese momento la aceleración de su cuerpo, que del Audi. Solté el acelerador, y mientras la velocidad se caía, tocaba sus piernas con la mano derecha. Me miró, me sonrió y de pronto se cagó de risa diciéndome: “Lanatta o sea no te conformas con correr el coche, quieres correrme también a mí!”. Le miré a esos ojos color granadilla, y le respondí “¡ni huevón que fuera!”.

Regresamos hasta Punta Hermosa, compramos un par de botellas de cerveza en una de las estaciones de servicio, y de inmediato estacionamos en El Silencio, y allí follamos, follamos como posesos, follamos con deseo y ganas, con locura, con pasión y con dos kilos de arena que se me metían en el culo mientras ella cabalgaba. El mar era un cómplice, un colega,

Ese día regresamos a Lima pasadas las 4am, la dejé en su casa, y para colmo de desgracia, no había un puñetero taxi que me llevara a la mía, tuve que caminar casi 2 kilómetros. Sólo quedaba darse una ducha sacarse toda la puta arena, acordarme qué día era, a qué hospital tocaba irme, y pirar.

Ese fue el único día que follamos, y seguimos con nuestra gracia de “nuestra canción” por un par de años más, hasta que un día me llamó, quería hablar conmigo. Fui a buscarla, y me decía que se iba a Miami, que su novio tenía casa allá y querían convivir. Que era una sensación de tristeza y de alegría lo que sentía. Nos abrazamos, nos quedamos callados y le dije que quizás era lo mejor. A la semana siguiente tomaba el vuelo de American Airlines a Miami.

He seguido sabiendo de ella con el paso del tiempo, sus 4 matrimonios, sus maridos de distintas etnias –peruano, coreano, irlandés y samoano, ya le dije que es la mujer Benetton. Y hoy me videollamó desde Richmond, Virginia, nos vimos y nos reímos, me dijo que las canas me caen, le dije que estaba igual de rubia y de rica que en Punta Hermosa, se cagó de risa. Me prometió venir a que le haga “unos arreglitos”, “¿con Audi o sin Audi?” pregunté…se cagó de risa de nuevo, “ya no necesitamos Audi hijo, así sea en el tapete de Welcome”, y nos volvimos a reír.

Lanatta.