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Besar, aquel arte de labios, lenguas, dientes, saliva y –a veces- garganta. Aquel intercambio de frenesí, de atracción y de deseo. Besar no es el chocar un cachete con el otro –que el puto covid también nos quitó-, y siendo honestos, darse un pico es lo más alejado a lo que es un beso. Señora, le soy honesto, el besar es comerse al otro, es hacerlo sin límites, de cierta forma –y no lo tome a mal- es follar con la boca.
El besar implica no sólo una acción de bocas, coparticipan las manos en ese recorrerse, en ese tocarse, en ese irse apoderando del otro. Mientras los cuerpos se van pegando, mientras el calor va subiendo. El besar, incita a los suspiros, a las ganas, a no querer parar, a que esos suspiros iniciales den paso a sutiles jadeos, que marcan un camino, y si es el caso, darán paso a esos deliciosos gemidos, a ese nivel de excitación tal, que entran otros elementos como el cuello, orejas, nuca, pechos y hombros.
Ese besar más de una vez, me lo dijeron, era de personas “aguantadas”, de personas que “hace tiempo que no la ven”, de esos desesperados que buscan atragantar a la otra persona. ¡Pobres personajes! Es que ese beso con tanta pasión y entusiasmo tiene ritmos, tiene labios que besan que se van dejando asaltar por la lengua, es morderse sin miedos, que ya estamos un poco avanzaditos como para timideces tan pasadas de moda. Es ir con las lenguas que se rozan, se entrelazan, se frotan como los dos cuerpos lo harán luego, es meterla sin miedo, es ofrecerse sin reparos.
Un beso así, es explosivo, es mágico, detiene el tiempo, acelera el corazón, excita piel y mente. Los minutos u horas simplemente se desvanecen, no existen, sólo esos dos amantes, que se entregan con la pasión, con las ganas, que desean hacerse mierda la boca mientras se besan, porque un beso no puede ser “suavecito”, un beso tiene que marcar un antes y un después.
Ese beso incentivado por esa lujuria, convoca erecciones y humedades, convoca latidos cardiacos y clitoridianos. Provoca que la piel sea cubierta por el otro, porque no haya respiros, ni pausas, ¡ni de coña! No se puede, ni debe parar, es un paso de inicio con distintos tipos de finales.
Las críticas siempre fueron: “Lanatta, pareces un pulpo, Lanatta más despacio, Lanatta con suavidad, Lanatta no es una película porno”. La puta madre. A ver querida, ¿nos ponemos a jugar a los besitos de colegio primario? Porque, que yo sepa mi DNI dice otra cosa.
Y sí, para mí el beso tiene que tener esos componentes, tan políticamente incorrectos. Tan malditos e intensos. Tan de “aquí no”. ¿Y dónde entonces? ¿Sólo en un hotel? ¿En una habitación y a oscuras? Vamos, ya estamos grandes. Complicado, ¿eh? Pero es que yo beso así porque así es como me gusta, y he podido estar muy enamorado, mi chica podía ser todo lo maravillosa que el planeta decía, pero si va a besar de piquito, suavecito, o con delicadeza, nos fuimos rapidito a la mierda, que luego sexualmente será de “no tan fuerte”, “no tan dentro”, “¿cuánto te falta?” o lo que es peor, “ya me cansé, ¿te pajeo?”
Sí, para mí el beso sí tiene que ser un estrellato porno, tiene que ser un beso que haga que los demás envidien, que si me ven en ese beso las madres de familia les tapen los ojos a sus nenes, “inmoral, impúdico, degenerado, depravado”, no señora Gianfranco Lanatta un servidor. “¡Váyanse a un hotel!” me lo han gritado tantas veces, o cuando han mirado a mi contraparte nunca faltó aquella señora diciéndole “hijita hazte respetar”. Sí señora, yo soy el violador oral, el puñetero Lobo Feroz y ella mi Caperucita (aunque alguien me dijo que uno de los finales es que ella se termina comiendo al lobo, la putísima Caperucita Feroz).
No me voy a detener a lo que el beso puede llevar, no me pondré a hablar de dónde más dirigir la lengua después de la boca. Cada cual, con sus gustos y estilos, hoy alguien me motivó a escribir del beso, porque me acojonó toda la vida aquello de pensar que yo estaba mal, que hasta intenté en más de una ocasión cambiar mis formas y “adaptarme”. Me jodía hacerlo. Me jodía no poder ser expresivo con mi boca. No soy conformista, a veces uno hace algunos sacrificios por buscar satisfacer a la pareja de turno. Muy a pesar de las costumbres y formas que uno traiga, pero lo otro lindaba mucho con el conformarse, con ser otra persona distinta a quien uno realmente es, vamos, es besar con la intensidad del animal que uno lleva dentro.
Ahora bien, esa alguien me demostró –y con hechos- que no estaba equivocado, que claramente mi forma es la correcta, o por lo menos con ella, al tener esta grandísima compatibilidad, es como sentirse un pez en el agua, no hay reproches, no hay situaciones incómodas en las que deba dar explicaciones, o pedir disculpas, ora por el mordisco, ora porque soy un animal.
Entonces señora, mi forma animal de besar, mi forma desinhibida y salvaje de hacerlo si a esa persona le va, yo feliz, ya no estoy para hacerme el que quiere contentar al mundo –nunca me ha importado hacerlo. Si no gustó, a otra cosa mariposa que vamos, estamos grandes para decir lo que nos gusta y lo que no, para poder tener la suficiente entereza de ser genuinos, o quedarnos como conformistas complacientes, carentes de personalidad, de propuesta y, quizás lo más importante, sin capacidad de ser creativos e imaginativos.
A follarse boca a boca que la vida sin follar, es para los impotentes, y créame que soy orgulloso y feliz de lograr ese gemido, que hace que mis ganas y mi ser, busquen alcanzar la barrera del sonido y ser el puto vendaval, el jodido violador de las buenas costumbres.
Lanatta
Publicado: 2020-10-17
No señora, no a los piquitos, no a los besos que parecen casi un roce "prudente" de labios, hay que ponerle ánimo, onda.
Escrito por
Gianfranco Lanatta
Cirujano, escritor, comunicador y crítico. Disfruto escribir, tanto como tratar a un paciente. Vivo en Madrid, y a veces por Lima.
Publicado en
hablalanatta
Si te molesta que sea sea crudo, lo siento.