Probablemente, para mi carrera debo enfrentarme a situaciones tan variopintas como lidiar con sangre, dolor, pus, heridas, suturas, máquinas, bisturí, suturas y un largo listado de instrumentos y procedimientos. Pero también es lidiar con lo que vosotras pensáis de nosotros.
doktor


Y sí señora, pasé los 40. Como diría el sabio Sabina: “a mis cuarenta y pocos tacos, ya ves tú igual sigo de flaco, igual de calavera”. Aprendí dos cosas en este tiempo, la primera es que por alguna razón siempre a nosotros los hombres, “los malditos desgraciados”, se nos catalogará y estereotipará, en base a todas las experiencias pasadas que vosotras habéis tenido previamente. No importa si, es que se trate de una nueva relación, de viejos amigos o de algún otro tipo de situación, se nos dirá que siempre decimos lo mismo, que siempre juramos lo mismo, y que finalmente haremos lo mismo.

En pocas palabras cada uno de nosotros será tan cortado con la misma tijera que probablemente no significará mayor variación o evolución. De hecho, aquello de las nuevas oportunidades, siempre suelen devenir en un tema de al inicio muchos amores y morreos, pero de pronto os invaden las inseguridades, y claro sois vosotras las que recordáis a que fulano os decía algo parecido y, sin embargo, ése fulano les sacó la vuelta con la mejor amiga, con la prima o hasta con la hermana. Y, a eso se le añade aquello de que uno quizás por sus años más o menos de experiencia y de vida, puede resultar un “maldito desgraciado” porque claro, “se las sabe todas”. Pero hay otro punto, y es que cuando las inseguridades invaden, también llegan los celos. Y madre mía, los celos de vosotras son quizás el quíntuple de lo que nosotros podríamos ser. Nos podéis celar con la cajera del supermercado, con la asistenta de vuelo o –en mi caso- con alguna paciente.

Y sí, aquí viene el segundo punto que aprendí, la carrera de médico es definitivamente, la que más celos atrae a una mujer. Claro, siempre tendremos pacientes mujeres, de hecho. vosotras mujeres sois quienes más optáis por un médico hombre para vosotras, que por una mujer. Discriminación, sexismo o simplemente tema de confianza. Pero muchas veces por mi especialidad, me han dicho que parezco más ginecólogo, por la cantidad de mujeres que asisten a mi consulta. Alguna vez alguien me dijo “Dr. Lanatta: especialista en mujeres”.

Pero retomo el tema, ser médico, es para cualquier mujer ya el non plus ultra de todas las posibilidades de celos. Es que claro, uno como doctor, si es que es bueno, busca desenredar la madeja de problemas que esa paciente trae, y claro, si se es un poco más prolijo, se necesitará conversar y no sólo enfocarse a que “si tiene moco es resfrío, benadryl y a tomar por culo”. Y claro, añadir que dentro de mi especialidad se valora demasiado el tema cortesía, porque como yo me dedico a la consulta privada, soy probablemente el que debe ser halagador con mis pacientes, y hacer que sus citas resulten en un momento agradable, y no en un proceso apático, donde no quieran regresar, por el contrario, mientras más veces quieran regresar, pues nada yo seguiré facturando.

Y, de hecho, los amigos cuando han pasado por la consulta, me han dicho, “tío, pero que esa tipa está buenorra, yo le daría, pero una semana seguida sin descanso”. Pero es que, al cruzar la puerta de la consulta, por muy buenorra que esté la paciente, deja de ser una mujer de deseo para convertirse en paciente. No niego le miraré todo lo que alcance a mirar, con suficiente discreción, pero vamos que los ojos se hicieron para mirar, pero no haré nada, mi mano no se irá a donde no debe, mi trabajo será buscar ser gentil y galante, como lo sería hasta el botones del hotel. Y claro, siempre se le dirá a la paciente mujer que es guapa -99,5% no siendo ello así- pero, que claro siempre hay espacio para mejorar, para armonizar y embellecer.

Pero, en vuestra seguridad señora, intervienen otros factores adicionales, y son vuestras amigas. Siempre he dicho que una mujer tendrá amigas que las quieren hasta cierto punto, y ese punto es el de la conveniencia. Y me ha pasado que para conquistar bien a la chica que me gustaba, lo mejor era conquistar a la amiga más cercana que ella tuviera, claro no conquistarla en el plan de ligue, pero sí en el plan de volverme atractivo para ella, que la amiga le diga: sí, es lindo. Porque también me ha pasado que la amiga en vez de buscar que la amiga se ligue conmigo, ella ligarse conmigo, y claro serrucharle el piso a la amiga, sencillo es decirle y comerle el coco, decirle “tiene aspecto de mujeriego, a los médicos las mujeres les sobran y tú serás una más de la cuenta”, para después ser la amiga la que de pronto comience a buscar, a enviar mensajes, y al final, ponerse con listón y papel de regalo.

Pero insisto, aprendí esas dos cosas, en todo este tiempo, que sus pasadas experiencias señora harán que todos los temores del planeta aparezcan si se piensa en una relación o cualquier tipo de acercamiento. Lo otro, es que si a esas malas experiencias, le añadimos esta hermosa profesión como es la medicina, entonces tendremos el doble de opciones de que nos caigan todas las calamidades y calificativos del planeta. Resulta irónico que en la época de mis abuelos allá en la vieja Italia, los padres se enorgullecían de que sus hijas se comprometieran o estuvieran de pareja con un doctor, podría decir que incluso era casi como un título nobiliario, algunas presentaban a su novio el marqués o conde, otras al doctor, que con el título se podía quizás ostentar el apellido, pero en la práctica el doctor era el personaje más requerido, admirado y necesitado. La diferencia entre un apellido y salvar la vida…es bastante generosa. Hoy, en cambio, somos los más satanizados, que si es médico no te metas con él hija, que su vida es hospital y guardias, nunca lo verás. Que, si es de práctica privada, es probable que se folle a pacientes, asistentas, representantes médicas y demás. Vamos hija, ¡no te metas con el médico!, te dirá la amiga –pero mentalmente dirá “déjamelo a mí”.

Lanatta