No es sencillo ser amantes, a veces uno asume es la mejor posibilidad, sin celos, sin arraigos, sin escenas, dos que se juntan para pasarla bien y punto. Pero el problema es cuando esa infidelidad se convierte en amor, cuando no se quiere dejar. Ya la infidelidad se convierte en amorío, en enamoramiento. Os dejo un recuerdo catalán.
rubia


Querida rubia: hoy alcancé el punto máximo de mi estupidización. Hoy todos los amigos de la facultad se dieron cuenta. Hoy a pesar de ser yo el profesor, muchos de mis alumnos se han quedado boquiabiertos. ¿Qué me has hecho? Aquello de besarme así, en el estacionamiento de la facultad. Me volviste un chiquillo, me pusiste en modo tan adolescente que ni los estudiantes de primer año, podían dejar de mirarnos. Está claro que la mínima diferencia de edades que tenemos nos hace siempre muy compatibles. Pero no esperé jamás compatibilizar con alguien así, con esa capacidad de que hablemos en un mismo idioma, y vamos que no me refiero al castellano, me refiero a ese lenguaje corporal, a ese entendernos desde el beso y la mirada, terminando en esas explosiones que hacen que tu cuerpo convulsione.

¡Ah rubia! Es verdad soy tu amante, no creas no me jode. Hoy te confesaré que no es mi elección favorita. El tener que escondernos, el tener que aguantarme las ganas de pasar una noche contigo. Esa necesidad que me nace en el cuerpo por amanecer pegado al tuyo, con esa seguridad que esas sábanas guardarían como lienzos pintados por nuestras pieles y sudor (y esa maravillosa combinación líquida que tú y yo producimos cuando hacemos el amor). Quizás me refugio en que esa pareja tuya, no hace lo que yo. Porque algo que me queda claro, es que, con ese beso de estacionamiento, sin miedo a nadie, me dejaste sellado que no importa, que puedo hacer que tu corazón lata a mil, que, en vez de malos ratos y malos momentos, sea yo ese escape que te hace feliz, ese fugarse para estar conmigo. Que te permitas, y que simplemente quieras conmigo. Que pueda él estar seguro de su anillo y de llamarte “esposa”, mientras, que yo tengo la seguridad de que hacemos el amor como nos gusta, de que me besas sintiendo, y que de pronto me lances tu amor, diciendo que me amas.

Sí, no lo puedo negar, me jode. Me jode que allí en tu maravilloso hogar, él te mire, te pueda decir para poseerte, que pueda verte desnuda. Sí me jode. A pesar que puedo decir que por muy casados que están, creo conocerte mejor que nadie, sé cómo piensas, y me importa cómo lo haces. Me importa lo que quieres, lo que sientes. Simplemente me importas. Me importa saberte bien, me gusta saberte feliz, con esa sonrisa tan tuya que hace que el día sea otro. Que las horas vuelan, y las odio. Pero que cada día que pasa siempre tengo esa esperanza de que te veré al día siguiente o en un rato más, que nos escaparemos para ser felices, para ser genuinamente como somos los dos juntos.

Pero, la he cagado querida rubia. La he cagado porque siendo honesto, no es la primera vez que soy el amante de alguien. Y siempre, las reglas fueron claras, divertirse, pasarla genial, disfrutarse, pero no enamorarse. Y allí la he cagado. He depositado muchos sentimientos. Sí pues, después de tantos años siendo yo el que se decía, el tipo menos celoso del planeta, y que con aplomo miraba a cualquier mujer y le decía “yo sabré cuándo me engañas con sólo mirarte a los ojos”. Hoy al mirarte tengo celos de tu marido. Y por mucha certidumbre de lo que pienso o quiero contigo, sí pues, él llegó primero. Y ese anillo pesa, y yo soy sólo el tarado enamoradizo.

¿Sabes? Mi primer plan, fue no tomármelo tan en serio, hacer que pase el tiempo, y bueno como todo tiene su final y nada dura para siempre, supuse nuestro término sería más que próximo. Nos aburriríamos tarde o temprano. De hecho, aquella vez, sentados cerca de tu chalet, pensé que el momento había llegado, que mi sensación de hartazgo me superaba, que esas broncas absurdas para mí, esos comentarios socarrones tuyos, ya me habían colmado. Ya era el momento perfecto, para decir ese “basta” que dije, y que mi palabra final fuera “adiós”. Pero me mataste, me mataste porque tu reacción me sacó de cuadro. Porque simplemente me dijiste que me amabas, que te jodía amarme, pero que no era el único que había encontrado sentimientos, tú también.

Y lloramos, lloramos de amor. Y de pronto, todo lo que pensaba, y todo lo que quería eras tú. Es verdad que muchas veces hemos tenido que saber afinar nuestros ímpetus. Vamos, no es una broma que ambos somos de lanzarnos a la yugular al primer ataque, pero siendo honesto, son reflejos de dos viejos guerreros, de dos luchadores que muchas luchas perdieron, pero que por una vez pueden darse una oportunidad de ser y de sentir, de no cortarse en nada. Y ahora me pasa aquello de buscarte, de robarte, de buscar tus máximas, de que todas tus explosiones y orgasmos lleven mi nombre, mi sello personal y, claro, que no te queden ganas de más, lo plantearé así: quiero dejarte tan contenta, tan satisfecha y extenuada, que no te den ganas de nada más con nadie.

Y allí siempre estará mi temor, vamos ser amantes implica no hay arraigos, pero cuando los sentimientos se cruzan, el asunto se complica, los celos emanan, las necesidades se multiplican. Y las dudas crecerán, diré que ambos nos conocemos, que ambos sabemos de qué pie cojeamos, pero, a pesar de ello, la duda que subyace es, que si de verdad puedo pensar en algo más allá del adulterio a tu lado. Apostar, es una de las palabras que más usamos, apostar por algo que dejo de ser sensaciones para transformarse en sentimientos. Y en esa espiral que se convierte en tornado nos mezclamos. Ah rubia querida, que tienes esa capacidad de ser cielo e infierno tan fácilmente. ¿Sabes algo? Podría olvidarme de mi pasado, de mis fantasmas y pensar en un futuro pegado a ti, a esa mirada maldita que sólo tú sabes dar, o a ese estallido en ráfagas tuyo, por mi causa. Mi duda es si podrás tú olvidar tu pasado y desaparecer tus fantasmas…¿sólo para tenerme a tu lado?

Barcelona diciembre de 2010

Lanatta