Una historia señora: ¿recogida?, ¿interpretada?, ¿recopilada?...¡Qué importa! LA ventaja de este pervertido escritor es que como todo lo publicado: cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Lima


Era una historia de dos amantes perdidos, dos personajes que se encontraron en un mundo plagado de mentiras. Ella llevaba 3 años viviendo un infierno al que llamaba hogar, él llevaba 8 años fingiendo tener una familia. Y un día a poco de iniciada la primavera ella apareció una noche, él la miro, como parte de la rutina de su trabajo, pero a medida que fue conversando con ella, algo le llamó la atención, algo disparó en él la necesidad de conocer más de ella. Y fue así como se volvieron a encontrar 3 días después, una segunda reunión de trabajo, una perfecta excusa para mirarse, para confirmarse. Y en menos de una semana, ella se encontraría de nuevo con él, y ella buscaría besarlo, y él daba por coronada su necesidad de sentir sus besos.

Los detalles es que ella vivía con alguien, y estaba aquello de verse a las escondidas. Él vivía con alguien también, y entonces su historia fue aquella de verse siempre esas reuniones de trabajo, de esconderse en cualquier lado a por un beso, a por una caricia, a por follar en donde se pudiera. Vamos en ser amantes. Y a pesar que ella decía que aquello le parecía pésimo, y le hacía sentir mal, al final, él era su droga, su vicio, su placer más intenso. Ojo, él también se enganchó a esa droga prohibida. A las sensaciones sin parangón que el cuerpo de ella le daba. Sus citas de viejos amantes se daban con tanta frecuencia, que dejaron de ser una que otra vez por semana, a verse varias veces al día, ora en la mañana y tarde, ora en la tarde y noche.

Él debía lidiar con distintos sentimientos, ella también. Y es que dos seres posesivos y celosos, es imposible que fueran suficientemente felices al ver que su contraparte cohabitara con otra persona. Ambos se celaban y, a veces, ello les jugaba malas pasadas. Él comenzó a atreverse más, a tener días en los que estuviera con ella encerrados en su oficina, en ir a la casa de algún amigo para usarla de picadero. Ella dio también otro paso, comenzó a escaparse con él allí cerca de su casa, a ir por el “oscurito” para besarse, para abrazarse, para sentirse y tocarse.

¿Romance? ¿Romanticismo? ¿Pasión? Señora, es que la interpretación es tan amplia y tan sujeta a interpretaciones variadas, que había también los otros que veían adulterio, infidelidad o deslealtad. Un hombre de cuarenta y pocos con una mujer de cuarenta. Dos seres que ya habían vivido todo. Que habían pasado por parejas de todos los tipos, colores y formas. Pero que en ese momento de la vida lo único que buscaban era alguien con quien congeniar, con quién sentirse bien y que de pronto les hacía sentirse nuevamente vivos, quizás por la adrenalina de todos los parámetros que rompían, quizás por encarar a esa sociedad limeña pacata, que censura, que habla cuchicheando, que califica los pecados de otros, que se declara la reserva moral. ¡Ave María!

Pero ambos siguieron, ella con mil excusas, él también. Ya sus contrapartes, no sabían si estaban siendo engañados o se enfrentaban a una persona con problemas mentales que necesitaba irse a caminar a la madrugada, que de pronto precisaba estar solo en su habitación en la noche. Que el deseo a por sendas personas se disolvía. Que ya el intercambio afectivo o sexual con sus concubinos, era inexistente. Y es que ella y él, no se encontraban a por un rapidin, a por ese sexo de apuro. No. Ellos se prendían de esas maratones en las que siempre salían victoriosos, y extenuados. Él comenzó a bajar de peso como si hubiera entrado en un régimen de alimentación militar, las ojeras, la cara chupada, hacía que algunos pensaran que estaba enfermo. Ella bajó de peso, las piernas se le adelgazaron, el culo se le puso duro y respingón. Muchas de sus propias amigas pensaban era por algún procedimiento de cirugía o estética, las malhabladas decían que se estaba dedicando a algún tipo de droga dura, ella no podía comentar.

Lo cierto es que la vida de amantes, muchas veces tiene sus ventajas y desventajas. Las horas, los días, a veces esas obligaciones ineludibles con las parejas “oficiales”, generaban temores, dudas, sinsabores. Ella y él sabían perfectamente que esas reglas venían implícitas. Las llamadas, los mensajes a toda hora. Ella comenzaba a decidir qué color él debía usar, qué estilo debía mantener. Él por su parte se animaba a cuidarla, a mimarla, a hacerle sentir segura estando con él. Ese flujo constante hacía que sus momentos juntos fueran épicos, desde los encuentros furtivos bajo un farol quemado, hasta las maratones sexuales de 6 horas seguidas, en algún hotel cómplice, donde los empleados no estaban seguros si estaban ante un posible crimen, algún acto de violencia contra la mujer, o de simplemente dos artistas sadomasoquistas en plena performance.

Ella aprendió a gritar y gemir para su hombre, a no taparse más la boca durante el orgasmo, a dejar salir a esa hembra fiera que llevaba dormida esperando ese cóncavo y convexo perfectos. Él rugía a su lado, el viejo bestia volvía a tomar forma, a que esos reflejos y formas que supo tener antaño y que vio cómo poco a poco se adormecían con aquella contraparte con quien cohabitaba, de pronto con ella hubiera ese despertar alucinante muy a pesar que a causa del trajín terminara arañado, mordido y casi desgarrado. Salvajismo amatorio perfecto, dos pieles hambrientas que se zurraban en la sociedad, para reflejarse en el otro. Canibalismo absoluto porque mientras se besaban no existía un suave intercambio labial, sino por el contrario un tratar de devorarse con lenguas, labios y dientes. Dos cuerpos que precisaban de más de un elemento para satisfacerse. Ella con esos orgasmos en ráfaga que sólo él sabía lograr, mientras alimentaba a ese animal en él con sus gemidos y gritos. Esos dos cuerpos pegados en movimientos cimbreantes, en esas sensaciones malditas.

Una historia de dos personajes cuyos nombres no puedo revelar, pero que allí donde están, en algún lugar de esa Lima con Covid y estados de emergencia. Ellos se encuentran, ellos se miran y encienden esa dinamita que estalla a cualquier hora…muy cerca suyo quizás, señora.

Lanatta