Sí señora, soy el puñetero Grinch, desde hace muchos años he decidido huir de la Navidad, y a pesar, que lo posteo esto algunos días después de las fiestas -que opté por hacer un retiro absoluto de tecnologías y comunicaciones por dos semanas, hoy les doy mi regalo navideño pasado día de Reyes.
x-mas


Y llegó Navidad, y me encargué de todas las compras, he recorrido la mitad de centros comerciales porque a ella le gustaban esos perfumes de Victoria Secret y ese Amarige de Givenchy que estaba agotado por todo Lima, y que tuve que encontrar en MercardoLibre más caro que si lo comprara en Harrod’s o en alguna tienda en Abu Dhabi. Me encargué de que la champaña fuera Ricadonna Ruby –su favorita. Busqué alguna cosa bonita en una joyería amiga, siempre algo de oro, ésta vez con cristales Swarovski. Le compré un pícaro disfraz de policía, muy en látex negro, muy a mi estilo. Vamos que quería que esa Navidad fuera distinta, nuestra primera Navidad juntos, debía ser memorable.

Sin duda, buscaba que los detalles siempre estuvieran a la orden del día, pero una Navidad, implica una fecha importante, y quería lucirme para con ella. La recogí y a quien recogí era a la princesa del cuento de hadas, la chica más fachosa y deliciosamente bella que podía ser. Vestida en una mini negra, una blusa semitransparente, sus infaltables tacones hasta alcanzarme en estatura, y claro su clásico moño, que hacía que su rubio cabello se escondiera y mezclara con las extensiones que llevaba para ese día.

Llegamos a mi departamento, la humedad limeña mezclada con ese calor del verano que comenzaba, hacían que la piel se pusiera siempre un poco melosa, a pesar de estar con el aire acondicionado a tope en el auto, vamos que el sólo hecho de tenerla a mi lado hizo que decidiera a por un saco negro Boss, el pantalón Karl y la camiseta Venum acompañados de mis botas tácticas 5.11 y los Ray-Ban Aviator Silver. Si iba a estar con la chica del cuento de hadas tenía dos opciones ser el príncipe charming o ser el animal que ella deseaba entre sus piernas.

Las rosas rojas buscaban hacer que esa parte romanticona mía estuviera expuesta. Vamos que prefiero mil veces comprar rosas que peluches, prefiero que sean rojas como el color de los labios que le pedí que se pusiera y, que las rosas se vean con los tallos tan largos como los suelen tener. Es verdad por un adicional la florista me entregó dos bolsas de pétalos de rosas perfumados que coloqué sobre el cubrecama Cannon, un corazón en el medio de la cama. Busqué que los detalles no se escaparan.

El resultado es que llegamos a mi piso, busqué un playlist adecuado para la ocasión, mucho de Lenny Kravitz, toques de Ataque 77, y claro el infaltable Robbie Williams. Hasta allí todo rebueno, en un momento determinado había que brindar y nada más bonito que sea con el Ruby, y claro alguna que otra cosilla para amenizar la charla. La conversación fue fluyendo, las doce fueron acercándose, y los fuegos artificiales comenzaron a estallar en la ventana con esa lógica la joya con Swarovski venía precisa, se la entregué y ella la miró casi como si le entregara la bolsa de mareo en el avión que estaba por despegar… tampoco es que pidiera la emoción de la galaxia, o el beso de Scarlett O’Hara y Rhett Buttler. Pero fue el primer bajón. Vamos Lanatta, a ponerle pilas, que no todo el mundo reacciona igual.

Terminado el primer Ricadonna, nos fuimos a mi habitación, mi decoración como que no le hizo tampoco mayor impresión –y bueno Lanatta algo parece que no entendiste flaco, o claro está tu romanticismo de metalero no es precisamente el más adecuado para éstos casos, muy a pesar del puto Lenny Kravitz. La siguiente botella de Ricadonna me la tomé yo, como quien toma una rehidratante después de estar una hora en el gym. El temita del disfraz le arrancó una sonrisa –listo, ¡vamos para adelante animal, tú puedes, no todo está perdido!

Salió del baño completamente cambiada, el disfraz, la champaña y la cajita de regalo con la botella de perfume hacían que algo mejorara su humor. Lo cierto es que, pensé que era momento de hacer que mi chica disfrute conmigo, y así fue. El momento sexual fue bueno, intenso y apasionado –como debe ser señora. Con el detalle que llegado el final –promediando las 4am.-, me dijo que teníamos que conversar. Vale, a conversar. Lo cierto es que la conocí todavía estando ella en pareja, y nuestra atracción había sido tan fulminante, que desde lo que nos vimos la primera vez hasta estar completamente juntos habían pasado pocas semanas. El problema es que muchos de los temas pendientes con esa pareja, ella no las había definido, y claro me pedía un poco de tiempo para retomar.

Yo aquello de cuando en una relación se pide “tiempo” siempre me quedó claro, ya implica darla por sepultada, y no es por fatalista, es por esa odiosa experiencia de vida. Ella me decía que no, que era sólo una pausa, y que, si yo no podía esperarla, pues que me deseaba la mejor de las suertes, pero eran temas suyos que ella los tenía que resolver, y me jodió y dolió muchísimo, pero al despedirme de ella esa noche no tan buena, el sinsabor, ese amargo que nace en la boca y llega hasta la sangre era intragable.

Los días pasaron, y mil historias ella me iba contando a través del Whatsapp. Las seguía como quien lee aquel libro que ya sabes has acabado, pero del cual necesitas siempre tomar algún apunte. Sus idas y venidas, sus propios sinsabores, sus cambios de humor, que algo que me enseñó ella es que adecuadamente podía pasar de ser un ángel amoroso, a una fiera salvaje en un abrir y cerrar de ojos, y digo adecuadamente porque siempre se basaba en el estímulo, en ese punto que la llevara a ella ser uno de esos dos extremos. Unos días pasado el año nuevo me pedía vernos, y la verdad mi amargor en la boca y en la sangre seguía allí. Me excusé, no quería escuchar la despedida. Quizás era cobardía mía, pero ya navidad implicó un velorio, para qué asistir al funeral.

Lanatta.