Yo le fui fiel señora, le fui fiel como nunca le fui a nadie, era feliz, y tenía a la mejor mujer del mundo conmigo. Teníamos planes, hacíamos una vida, vaya todo marchaba a todo gas, pero una tarde de invierno en la que una amiga suya estando muy arriba de alcohol, cuando traté de ayudarle me besó, justo delante de ella. Y mi historia de amor, y mi vida feliz se acabaron.
Bonica Antonieta


Hoy volviste a aparecer de pronto como un tema de conversación. Créeme con la persona que hablaba había una pretensión amorosa en ese momento, había un deseo de quizás convertirnos en pareja, de ser aquello que tú y yo fuimos aquella vez. Y sí, te lo conté estando con una persona que llegó después de ti, en Lima, conocí ciertas formas de enamorarme que yo no conocía, pero de hecho esos afectos que de tu mano vinieron jamás alguna otra pareja los repitió.

Y fíjate, con esa persona que vino luego tuyo, no había un solo día que no te mencionara ella, ora porque si estaba absorto en mis pensamientos, ora porque simplemente estaba concentrado en algún procedimiento que iría a realizar, esa concentración aquella pareja lo asumía como el pretexto para pensar en ti, porque suponía que de hecho yo no dejaba de estar enamorado de ti, y porque se sentía inferior que tú. Celos en su máxima expresión.

Y eso me pasaba con ella con mucha frecuencia, muy a pesar que era una mujer a la que debo reconocer amé sin dudarlo un instante, a pesar que nuestra relación era siempre un sumar y seguir sumando, en cualquier bronca, en cualquier situación ácida, ella te mencionaba, claro es que “la mallorquina debió ser perfecta”. Y ciertamente, lo eras. No me sentí jamás tan a gusto, no me sentí jamás tan querido. Y mira que con ella quise emular lo que nosotros hicimos, comprar un piso bonito, arreglarlo a nuestra gana, con dos cuadros uno de James Dean y el otro de The Ramones para el living.

Ya sé, podríamos hablar de tus manías a porque el espejo del baño estuviera siempre reluciente, porque las llaves doradas estuvieran tan perfectas que parecieran de oro, sin tener siquiera una huella digital impresa. Porque los zapatos de cuero irían en un lugar, las botas todoterreno en otro y las zapatillas había que dividirlas en deportivas y casuales –muy sin mencionar el anaquel especial para todos tus centenares de zapatos. Tampoco me quejaré de aquello de pasearme por donde fuera con esas babuchas de microfibra que mandaste comprar hasta China, esas que hacían que al caminar por el piso ayudaran en lustrar más el parquet y el mármol.

Pero hoy apareciste en la conversación –casi 15 años después- porque me acordé de aquella vieja condición que me pusiste a por la fidelidad. Esa en la que después de hacernos el amor con la reventazón de las olas en aquel caluroso octubre en el que llegaba extenuado luego de haberme paseado por media península en distintos vehículos, me miraste con esos ojos tan dulces y leoninos y me juraste que yo no te sería infiel. Y la verdad, me pareció una pasada, un juego en el que iría a preguntar dónde estaba la cámara escondida, ¿cómo tú podrías asegurarme que yo no te iría a ser infiel? Y luego de recostarte en mi pecho, me dijiste que, sin falta, así hubiera borrascas, así al día siguiente tuviera la más importante de mis cirugías, todas las noches iríamos a hacer el amor, que cada noche sería diferente, que ya veríamos tú y yo cómo le hacíamos, pero que bajo ninguna forma o criterio dejaríamos de hacer el amor, y no aquella forma de hacer el amor como lo hacen los paletos del pum-pum-chao, ¡no! Sería a nuestra forma, con idas y venidas, con relojes que se incineraran de tanto amor en el ambiente. Que así dieran las cinco de la mañana y el despertador sonara a seguir en lo nuestro.

Pero allí intuí además que no era sólo por hacerme sentir satisfecho, o por tenerte satisfecha, allí entendí que el truco consistía en que número uno estando tan extenuado sexualmente, mi despertar sería cual zombie a por llegar al hospital y enfocarme a lo mío, pero claro allí venía una segunda estratagema, y es que, ni así tomara las pastillas azules, o me inyectara esteroides, si tenía algún lance sexual con alguna otra persona, podría rendir lo que estaba acostumbrado a dar, y obviamente te darías cuenta en el acto.

Y fue así, así mi fidelidad a por ti fue declarada, mi camino a tu lado se mantuvo incólume. Diría que con excepción de un par de buques de Su Majestad en los que fui entrenado por 10 días y algún crucero del que no quiero recordar, todos mis tiempos en el mar sea en yate, bote y lancha los viví contigo. Recuerdo esa Cobia Mercruisier de más de 300 caballos yéndonos de Palma a Menorca y que por darle tanto al gas nos quedamos en medio Mediterráneo solicitando ayuda a la Guardia Costera. Los viajes a Ibiza, Santa Eulalia y Marbella, ese deseo de alquilar un yate de muchos pies y quizás pasear por Cagliari o llegar a Amalfi. Siempre será la discusión aquella de si morir en Palma o en Amalfi –es que me sentí tan bien en ambos, que la decisión aún me cuesta. Pero cumplí con ver el atardecer a tu lado en Amalfi, con un Rosso y besándonos en catalán.

Ya sé, debería haber escrito esto en mi paupérrimo catalán, o en mi incipiente mallorquín, pero debo decir que mi maestra de mallorquín me hablaba ora en castellano ora en catalán y pues nada, yo intentando hacerme el paisano. Pero te he recordado porque a pesar de que mis llamadas siempre son para saber de ti ora en tu aniversario, noche buena o noche vieja, también lo son cuando me entero que algo pasó en Baleares, cuando algún comunicado de urgencia –de esos que me llegan siempre dos días antes que la prensa- me informa de algún suceso y debo comunicártelo pues quedé en cuidar de ti y tú de mí. Y cuando hace unos días cuando estuve atormentado, sintiéndome extraviado y desorientado, bastó con llamarte, con que la pelirroja del Ferrari, me respondiera con ese amor de siempre, y me dijera que así Su Majestad tuviera que venir y la reina incomodarse, pues que nada, que tú estabas para mí. Y eso mi niña, a pesar que no te llevo del brazo hace tanto tiempo, a pesar que nunca hubo una diferencia entre los dos –a pesar que te molestaba tener un DNI con unos años más-, pues hizo que te recuerde con el mismo cariño, odiándome porque así lo explique de mil maneras, no te fui infiel, no besé, pero eso me hizo perderte, y créeme hasta hoy me duele.

Lanatta