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Llegaban los 70 abriles de mi vieja, y vamos Lanatta hay que romper el chanchito, que la vieja tenga un cumpleaños bonito, hacerle un almuercito con la gente que ella pidiera, claro no muchos que tampoco era volverlo comedor popular, una cosa íntima de no más de 50 personas. Ordenar el tema de la comida fue magistralmente sencillo una de las amigas de mi vieja tenía a su antigua cocinera que ahora se dedicaba a hacer buffet criollo, asunto solucionado. Ver qué servir, mucho vino, champaña para el brindis y por allí un poco de pisco sour que en el Perú es infaltable. ¿Y claro una torta…?
El tema es que ya no se podía pensar en la torta comprada en la panadería del barrio o en el supermercado. Y no, piensa Lanatta, que sea algo un poco más especial. Una torta diseñada, claro buena idea, y a los presentes darles unos cupcakes decorados –que vamos es lo que está de moda. Y buscar recomendaciones, y la amiga de la amiga de siempre, con la recomendación. Y fue así, que contacté a la “cake artist”, una suerte de diseñadora de tortas, una artista que se dedica a la preparación de la masa, diseño, decoración y un larguísimo etcétera de lo que antes era un bizcocho cubierto de pastillaje –¡qué antiguo!
Entendamos, mi mejor referencia de encargar una torta probablemente haya sido la amiga de mi madre que hizo la de mi primera comunión, y no era una artista como ahora. Simplemente era una señora entrada en años y carnes que hacía tortas, que las decoraba como mejor le salía, y claro la hostia, las uvas y las espigas de trigo de mi torta podrían haber sido también unas lanzas doradas, las dos criadillas del toro y el sol. Pero la artista en cuestión tenía todo un catálogo virtual, con galerías de imágenes y pues nada, había que acordar cantidades, presentaciones y precios, ergo a reunirse.
Y fue así, cómo un día llegaba a su departamento, y claro yo esperaba a una señora entrada en años o carnes, y no me bajo ninguna condición, a una flaca enfundada en un jean negro que parecía pintado al cuerpo, unos tacones casi de vedette, una blusa de encaje transparente negro que dejaba ver el sujetador también del mismo color, que ostentaba unos potentísimos cañones 38B. Al verme me preguntó a modo de saludo: “¿el señor Lanatta?”, mientras yo estaba aún absorto mirando su rostro en un correctísimo maquillaje con los labios seductoramente pintados de rojo y deleitándome con ese cuerpo casi esculpido.
Pero vamos Lanatta, a concentrarse, a enfocarse en la tortita de la vieja. Ella me explicaba, me sonreía, me mostraba en la laptop las tortas, los estilos. Pero yo estaba en otra dimensión. Le miraba sonreír, le mostraba sincero interés, pero no por las tortas, solamente por ella. Esa tarde, convenimos que haría el diseño de la torta de mi vieja a su gusto, que habrían 50 cupcakes para los invitados, y que ella se encargaría de todo. Que pasara 2 días antes para ver lo que prepararía. Y yo emocionado sin duda.
De pronto al día siguiente le comencé a mandar mensajes de pronto me había vuelto todo un investigador de masas de cake, de coberturas y rellenos. Que el ganache, o la crema de mantequilla, que los adornos con mazapán o con chocolate blanco, que el relleno con manjar o solo almíbar. Lo he dicho siempre señora, soy cocinero, y de niño mi abuela me enseñó a hacer desde la pasta hasta algún cake. Pero Lady Transparencias comenzaba a responderme con tranquilidad, y de pronto me llamaba, y de pronto ese mismo día pasábamos a conversar de temas más personales.
Y así al día siguiente, iba a verle, y se me ocurrió preguntarle si deseaba tomar un vino conmigo, y me pidió un Malbec. Llegué puntual a la cita, esta vez una falda ceñida al cuerpo de tela mojada negra, unos tacones a juego con la falda, una blusa roja semitransparente, me esperaban, y de pronto antes siquiera de descorchar el vino le comería la boca, y ella se atenazaba a mí, desapareciendo mágicamente su labial sabor maracuyá en mi boca. De pronto su cuello me daría el paso, mi excitación crecía al punto que estábamos recostados en el sofá de su pequeña sala, nos abrazábamos y tocábamos, explorando el uno al otro, con manos urgidas y bocas hambrientas.
Las ropas volaron, y en la euforia no nos dábamos tregua. Desnudaba su piel, descubría sus latidos, adoraba su pasión. Le acaricié de mil formas, ella no se quedaba atrás. Éramos dos pilotos montados en sus monoplazas a por el Gran Premio. Besé a mi antojo todo su cuerpo, aquellos acorazados pectorales se descubrían para mí, dejando los cañones a por mi boca. El fuego de sus caderas comenzaba a sincronizarse con mi pelvis, y de pronto, estábamos haciendo el amor, sin darnos un momento, sin que su piel o la mía pidiera un descanso.
¿La torta? Pues ese día, no hubo torta, ese día tomábamos el vino como dos viejos conocidos, como dos almas que simplemente se dieron un encuentro en el que coincidencias y muchísimos motivos se daban para ese momento. Desde ese día, las noches serían de coqueteos, de mensajes, de hablarse al oído. De vernos entre sus tiempos y los míos, de no dejarnos un solo día sin saber del otro. De pronto los dos recién conocidos se prodigaban afectos, de pronto tantísimas sensaciones se volcaban en necesidades.
El cumpleaños de mi vieja se hizo, la celebración estuvo espectacular. Estuve de anfitrión todo el día, pero para sorpresa de la familia y conocidos, aparecía con una novia, que abrazada a la cintura no dejaba de besar entre saludo y saludo, que no dejé de acariciar, y que en el baño del local de recepciones nos volvimos a dar un momento de extrema pasión apoyada frente en el lavabo ofreciéndome sus generosas caderas escondidas en ese vestido casi adherido. Más que cumpleaños de mi vieja, era mi fiesta personal, con nueva novia de por medio, y con el inmenso placer de rellenarle el cake.
Lanatta.
Publicado: 2021-07-29
A veces señora, las coincidencias se dan de tal forma que cuando uno menos lo espera puede compatibilizar con una persona en un abrir y cerrar de ojos. Y de pronto coincidir y necesitar se vuelven una sintonía mágica, y así surgía una historia muy dulce
Escrito por
Gianfranco Lanatta
Cirujano, escritor, comunicador y crítico. Disfruto escribir, tanto como tratar a un paciente. Vivo en Madrid, y a veces por Lima.
Publicado en
hablalanatta
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