Señora un relato de una situación tan suigéneris como ajena. Yo estuve con ella, yo le amaba como a nadie en el planeta, y un día por un frío hilo telefónico. Decidía romper conmigo, me decía que yo no estaba en sus planes y metas de ese y del siguiente año. Que lo mejor era seguir cada uno nuestros caminos.
farfalla

Solemos ser raros, solemos ser de los que no necesariamente comulgan con las convencionalidades, eso me queda claro. Entre tú y yo, no hubo jamás algún elemento que se pueda catalogar como “común”, mucho menos ordinario. Tenemos esa capacidad, y quizás también esa garantizada condición de ser dos personajes fuera de lo común, en más de una ocasión te dije que si nos venía bien un disfraz hubiera sido el más correcto el de la bella y la bestia.

Pero fue así como un lunes por la mañana, en una llamada telefónica extensa, decidías por apretar el botón rojo, y darlo por terminado, y yo el tipo de los millones de palabras y los mil relatos, en ese momento quedé simplemente en un silencio sepulcral, uno que era lo suficientemente grande como para saber que de pronto mis procesadores se habían congelado. Lo que devendría luego serían acercamientos de despedida, situaciones de un amor que suele no querer romperse, que duele al saberlo roto, pero que también luego de su respectivo funeral, ya no cabía dañarlo.

Y es que es más bonito, ¿sabes? Sí, es más bonito, cuando un amor que fue bonito se deja morir bien, se le deja descansar y dejar el recuerdo bueno, la miel en los labios. Un amor bonito, es aquel que cuando ambos se dan cuenta que ya estando juntos no se siente lo mismo, o como en este caso, que las dudas, las desazones y las desconfianzas son superiores que las lealtades, sinceridades y confianzas. Pues es mejor ponerse la chaqueta de cuero, las gafas oscuras, darle una patada a la burra y subirse a la carretera de nuevo.

Será entonces mejor, tener un recuerdo de lo que pudo ser y no fue, un recuerdo que servirá como alimento para caminar por la vereda. Claro se irán a extrañar los besos y caricias, esas figuras nucleares y explosivas que sabíamos hacer al hacernos el amor, y sentir el uno al otro estallar. Claro, se extraña lo bonito. Los desplantes, los dolores, y desazones, se volverán siempre el pretexto perfecto para saberse suficientemente cobardes de que no quisimos apostar, de que nuestros sentimientos eran intensos, pero que nuestras dudas y temores nos pudieron más.

Ojo, acá hablaré quizás por los dos, me tomaré la licencia de hablar por ti, porque puedo y porque quiero, porque no habrá más atardeceres desnudos con tus piernas derramando mi esperma y porque soy el maldito incendiario, que como te dije una vez, soy el tanque de gasolina, para bien y para mal, dame una chispa, una pequeña chispa, y verás como enciendo el bosque o la puñetera ciudad. Maldito Lanatta una vez más.

Sí pues, nuestros reflejos amatorios han sido perfectos, quizás los mejores. Tuve un amor, una amante, que algo tenía de ti, ella sabía algo de ese truquito de succionar, de prácticamente ahorcar mi verga dentro suyo. Ese mismo que tú en cambio lo conducías con gala y majestuosidad, impidiendo que mi pene ya en sus postrimerías y extenuaciones no lo soltaras sino hasta cuando tu hubieras logrado dar por terminada esa metralla de orgasmos, que siempre te supe dar.

Ah querida, recordaré sin duda alguna tus besos y ese estremecimiento en tu piel que siempre conduje delicada y perversamente. Recordaré tus juegos a chuparte el dedo, o cuando ansiosa llevabas tu boca a mi verga. No olvidaré nuestros juegos de miradas, el apretarte a mi piel, casi como si te buscar volver de plasma y fusionarme a ti en una maravillosa reacción atómica de varios kilotones, con altísimos niveles de radiación, tanta que nuestros cuerpos se acostumbraron a ese calor abrasador -sea invierno o verano- al estar pegados, a que tu piel tan prolijamente perfumada, me encargara yo de bañarla en mi sudor, y de pronto tu ombligo se llenara como una laguna.

Sin duda, extrañaré tomarte a gusto entre mis brazos y elevarte al cielo, nuestras bromas como si de dos viejos amigos de barrio se trataran, extrañaré el colgarme de tu cuello, o el éxtasis de tus pezones cuando al pasarles mi lengua se convertían en un placer incalculable, en esas mezclas maquiavélicas de pasión y deseo, en las que no importaba dónde -así fuera un centro comercial, el coche de tu amiga, o una discoteca- simplemente no podríamos parar de comernos, de sentirnos y seducirnos.

Echaré de menos el “dormir no durmiendo” a tu lado por las noches, porque seamos sinceros, sólo tú y yo podemos dormir un ratito estando juntos, para que nuestros cuerpos descansen, para luego despertar al otro y retomar nuestra intensa lid amatoria, aquella que parecía ya nuestro ejercicio, qué digo ejercicio, nuestro gimnasio completo y perfecto, en el que el trabajo cardiovascular, se daba en conjunto con el trabajo de piernas, abdomen y brazos. Nuestro entrenamiento tan perfecto, que quizás sólo con aquella incomodidad tuya al caminar o sentarte al día siguiente, me dejaba a mí con un trabajo tan perfecto que hasta el abdomen se me esculpía y el brillo de la piel mejoraba.

Pero, llega el momento de dejarte volar, de que nuestras diferencias se muestran en la mesa tan dolorosas, tan ácidas y cansinas que ya no es momento de seguir contando cartas, simplemente es momento de entender que, el código de confianza no lo tenemos, y creo con sinceridad, que nunca lo tuvimos. Yo no me creo tus olvidos, tú no me crees en nada. Simplemente tú me acusas de mil y un “pretextos”, yo te encaro claramente tus mentiras.

Y entonces, es dormir pensando que el otro tiene la daga en la mano lista para en cualquier momento apuñalar al otro. De hecho, he contado dos puñaladas que me diste con sendos quiebres telefónicos. Quizás sea un afortunado y haya podido sobrevivir a ellas, y pude luego vibrar con tus labios y piel. Pero está claro que ello al final resiente, que tus conceptos son cada vez más dolorosos, y para ello mejor decirnos adiós.

Como buen melómano, buscaré refugiarme en una canción, una canción tan peruana que puede ser tocada con guitarra y cajón, como en su versión más de salón con piano. Y la letra dirá “vuela mariposa del amor / juguete del destino / hoy te toca reír a ti / mañana a mí” (Engañada – letra de Tito Barreda, música de Luis Abelardo Núñez).

Lanatta