Un hombre y una mujer señora, se encuentran, se dan cuenta que tienen mucha empatía, pero en eso ella le confiesa ser casada. ¿Qué hacer?¿Nos ponemos a llorar y sufrir por tan mala jugada del destino? O simplemente..
7am - lima

Hoy despertaste conmigo, y pensé que despertaría feliz, es que lo que sentí la noche que pasó a tu lado fue ese entrelazamiento, esa especie de conexión mágica, esa maravilla que hizo que de pronto termináramos en una cama cagándonos de risa como si nos hubiéramos tomado mil botellas de vino, ya sé no es normal que en vez de que dos personas tan ajenas en una primera noche se lleven tan bien, pero supongo que siempre hay excepciones a la regla, siempre se puede ser distinto de mil formas. Y sin duda eres tú la correcta discrepancia.

Pero no son sólo tus perfectos muslos que cualquier adolescente envidiaría, es esa sensación de que de pronto dos personas pueden sentirse relajadas, estando juntas, de que, a pesar de sentir esa vorágine sexual de pasiones y excitaciones, también tenemos esa posibilidad de reír sin parar, de que tus bromas y las mías nos conducen a sentirnos tan complementados, que no me levantaría de esta cama que sólo te pediría que no te vayas de mí.

¿Diferencias entre tú y yo? Seguro que miles, basta con decir que llevas no sé si decir casada, unida, relacionada con el tipo con el que vives, y ya sé, soy hoy una especie de amante, el transitorio y furtivo ser que esta noche se te metió tan dentro tuyo, que me pediste a los gritos que no me salga. Oh es verdad, me lo dijiste la primera vez: “Lanatta cuando escribes haces sentir como que todas las mujeres se te tiran encima, como si fueras el irresistible, eres machista, tienes ese tufillo que llaman el Síndrome de James Bond”.

Y te haré caso hoy, hoy yo debo admitir que fui yo el que buscó seducirte, fui yo el que, al ver tus ojos marrones claros, tu cabello rubio y ver tus sonrisas, mandé a la mierda tu título de señora, tu calificativo de “en pareja”, y me cagué de risa del pelotudo de tu marido. Fui yo el que comenzó a mirarte y buscar te rieras, fui también yo el que de pronto te conduje en las charlas de esa “porquería tan rica”, como ponernos a hablar de sexo como dos compinches, y que poco a poco, te fueras soltando, riendo, y me dijeras allí sí tú “¡Ay Lanatta, no me des ganas!”. ¿Darte ganas, pero no se supone que estás con el papi que te paga todo?

Allí comenzó el saber tu lista de quejas, de sus amantes, de sus borracheras, de lo jodida que te sentías, de que él se jactaba delante de sus patas el tenerte, el maltratarte, el que fueras su puta esclava. Unas lágrimas brotaron por tus mejillas, y de inmediato me lancé a secarlas con mis dedos, y te miré, y allí me pediste “un abrazo”, y allí te pegué a mí, joder la puñetera maravilla, abrazarte y sentir inmediatamente esos pechos turgentes y generosos endurecerse. Y me dijiste “¡qué rico abrazas!”.

“Aquí hay tema, pero vamos” -pensé. Y comencé a mirarte con más ansiedad y ganas, y me dirías que no te mire, y claro pregunté por qué. Me dijiste casi de forma automática que tenías una pareja, que te llegaba a la punta del pezón, que mi mirada era lasciva, y que, de hecho, habías olvidado lo rico que se sentía ser mirada así. Palabras mágicas de la chica de impacto, la ex host de la discoteca famosa, la del abdomen perfecto y el piercing en el ombligo.

Y entre miradas “lascivas” y caricias explícitas, nos vinimos a esta cama de hotel, total tu marido esta noche no estaría, se iría por allí, y no regresaría hasta las 12 o 1 de la tarde, a almorzar, y claro hacerte pagar la borrachera. Ojo no me duele el admitirlo, ser tu amante es rico, es escuchar las quejas contra otro y eso te da más ganas de mí, es ver que te pones malditamente rica para mí, que te sueltas a tal punto que te atreves a todas las posiciones del libro, de la enciclopedia y de todas las putas bibliotecas del planeta. Es buenísimo ser los ilimitados, que te sientas capaz de ser juntos los que rodemos nuestra propia película porno para nosotros. De volverte por ratos la artista porno, que quiere que le mire cuando se pone a mamármela, o cuando decides montarme mostrándome tu espalda y que mientras me follas, te mire como mueves el culo encima de mí. O también la puta tan ninfómana que me pide que le chupe el coño, que le abra las piernas, o que se la clave sin compasión.

Ah el “Lanatta dominante” me dijiste. Y me pediste te nalgueara mientras te agachabas dándome esa maravillosa vista de tu culo en flor, para que mientras como un poseso te penetrara, te nalgueara fuerte, dejándote el culo rojo, y a cada nalgueada más excitación tuya, más humedad, más de ese tren bala maldito en el que tú y yo nos montamos, sabedores que habría de llegar a una estación, y bajar al andén.

Y ese andén es esta mañana, maldita mañana que llegó tan rápido, o malditos nosotros que le sacamos hasta el último nanosegundo a la noche y la madrugada. Y entre besos y posesiones, entre orgasmos y botellas de vino, porque las copas son para brindar, pero nosotros no estábamos para chocar copas, sino para beber el vino mientras su espíritu nos alimentaba de pasiones y deseos. Para comernos sin piedad, porque la vida o el destino nos regalaba esta oportunidad de saltar sin paracaídas, de sentirnos liberados, de que esta noche no serías ni mamá, ni la mujer maltratada, sino serías esa hembra que alguna vez fuiste, la que me mostraste en esas fotos de tu Facebook, con el cuerpazo y la mini falda, con los tacones y la blusa escotada.

Y sí pues, hoy estabas igual de rica como en esas fotos, hoy te habías vestido para sentirte sexy, y no sólo lo lograste, sino que yo el del complejo de James Bond, me lancé a tu boca y te traje a este hotel, en el que los amantes vienen y van. Y en esta complicidad, con los vinos comprados en el supermercado del costado y el comernos la boca desde el ingreso. Pues te volví mía, te saqué por un rato de aquel infierno, y sé que repetiremos, que te gusta que te diga lo rica que estás para mí. Que guardaremos las formas en el retorno, pero que uno es ninguno, y entonces que sean muchos los momentos que nos escapemos y que se jodan.

Lanatta.