No jugaba con el término tóxica como lo suelen hacer los amigos y amigas, que en vez de preguntar por sus respectivas parejas o cónyuges lo hacen directamente por su “toxico (a)”. No lo hacía por un tema de que no me había pasado aquello y hasta lo veía distante, casi novelesco. De hecho, las personas con quienes estuve dentro de los parámetros normales de vida, es decir, sin pandemias, confinamientos, amenazas nucleares, etc. resultaban bastante normalitas. Pero siempre se aprende algo, y después de mucho evaluar y razonar, queridas mías, algunas sois tóxicas.
toxic

No es normal, que una pareja deba estarse llamando el día entero, con una llamada para preguntar cómo se está, se puede decir que es suficiente. De hecho, el tema de llamar en las actuales épocas de mensajería instantánea e internet, pues como que prescinden del estar en tono de espera, aguardando a que la otra persona responda, o siendo peor, que esa persona nos llame, para que a los segundos nos ponga en llamada en espera porque tiene que atender otra llamada ora del trabajo, ora de la familia, ora de algún otro impostergable. Entonces un mensaje matinal, sea de texto, audio, video o un puñetero emoji, puede demostrar fehacientemente que uno, desde esa hora de la mañana, está pensando en esa persona que se dice querer, o cuando menos estar interesado o atraído. La exigencia de la llamada como que, es quizás, un poco retrasada en el tiempo. Que uno al inicio puede estar dispuesto a ceder y hacerlo de buena gana, no hay duda, pero cuando se vuelve una exigencia, como que el color de las cosas varía. Y sí señora, varía y mucho, le cambia el sentimiento y la inspiración y se vuelve algo forzado, “…¡pero Lanatta no te obligo a que me llames ah!” para a continuación cerrar diciendo “si uno quiere saber de la persona que dice querer, pues está pendiente todo el día”. Toxic.

Lo otro es hablar de estar y verse. Los espacios personales. Por ejemplo, aquello de que ella tenía sus espacios para verse con sus amigas, compañeros del trabajo, ex compañeros del trabajo, amigas del gym, y hasta vecinas del antiguo barrio donde vivía. Amén del tiempo de estar en el trabajo, gimnasio, y un larguísimo etc. Pero si de mí se trataba, “no Lanatta, tú sales del trabajo a las 8pm porque quieres, porque tranquilamente podrías salir a las 5 o 6”. Claro, pero ello sería para mirar el techo de piso donde vivíamos, o probablemente para esperarle, que su hora habitual de llegada era promediando las 8:30 de la noche”, es decir la hora en que yo también llegaba. Pero a ello se le añadía el que ella en sus tiempos de amigas y “reus” podía desaparecer del mapa hasta las 2 o 3 de la mañana, pero en mi caso eso era imposible: “si tu vas a salir sales conmigo Lanatta”. Toxic.

Me ocurrió también aquello de conocer a alguien y que de pronto, con el sólo hecho de darle mi nombre se metió en mis redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter, etc. Claro era la persona que de inmediato me daba todos los likes del mundo, apoyaba mis mensajes y hasta los retwiteaba. Pero de pronto, comenzó a buscar más datos míos, desde mi partida de nacimiento, número de seguridad social y terminando hasta en mi récord de multas de tránsito o entradas y salidas del país. De hecho, se dio una vuelta como quien preguntaba por mí en el hospital donde antes trabajaba, y probablemente se habría venido hasta Perú, a darse una vuelta por la casa de mis viejos (¿o lo hizo y no me enteré?). Toxic.

Era otro momento de mi vida donde llevaba las cosas con mucho orden y tranquilidad, tenía a la flaca que era un compartir ideas, gustos y demás. Los viajes eran espléndidos -y ni qué decir del sexo- pero debajo de esa piel de ovejita tierna se escondía aquella que una vez que comenzamos a pernoctar muchos días juntos, quería que le llamara desde que salía y me mantuviera en línea con ella hasta que llegara. Señora es verdad a veces uno comete la falta por pelotudo, pero si ello le satisfacía no había drama. Y claro como médico que soy, si estoy conduciendo y tengo una llamada de un paciente, pues debo dejar todo porque es mi responsabilidad el paciente. Pero claro eso le incendió la vida. Y cuando un día ella dijo salir de urgencia -justo previo a fiestas navideñas- y “se olvidó” el móvil (la persona que jamás dejaba el móvil ni para la ducha), me pareció sumamente raro. Pero claro “Lanatta eres muy mal pensado, yo jamás te engañaría, tú sabes que puedes confiar en mí”. A la siguiente vez, justo la pantalla del móvil se le malograría…mucha coincidencia. Toxic.

Me pasó estando en Buenos Aires aún, yo el estudiante de último año, y ella la chica más dulce que se podía encontrar. Pero tenía un defecto, uno pequeño: ultra celosa. Por ejemplo: por educación a mí me enseñaron a saludar a las personas, y también a darles las gracias, así fuera el mesero, el cajero del banco o la chica del chino. Y por esa nefasta personalidad mía, siempre le agrego un algo al dar las gracias tipo: gracias capo, perfecto maestro; y en caso de que se trata de una chica igual: gracias corazón, estupendo princesa. Vamos no es que me quisiera levantar a ninguno, pero eso ya de por sí le inflamaba todas las venas. Y entonces me diría “andá con tu princesa Lanatta” o “no querés decidir a qué hora se ven mañana a tu corazón”. Toxic.

Finalmente me tope con alguien en extremo controladora, vamos hay que decir las cosas como son, era la chica que más me gustó en mi vida, y si me decía párate de cabeza lo hacía. Me tenía acojonado con su belleza, con su afecto y con esa megacompatibilidad que teníamos en la cama. Pero había un detalle, me revisaba todo. Desde los bolsillos mientras me bañaba, pasando por la guantera del coche, y ni qué decir de la riñonera o maletín. Es que siempre era porque buscaba algo tipo ropa sucia, un caramelo, un boli. Pero el tema vino cuando se puso a querer mirar mi móvil. Ya ello me pareció demasiado. Entonces le pedí a mi mejor amiga que me hiciera el favor que sólo se le puede pedir a una buena amiga: hazte pasar por alguien. Y entonces mi amiga, me preguntó “¿Lanatta qué quieres hacer?”. Lo tenía clarísimo: romper pero dándole una dosis de su medicina. Y así fue como en el Whatsapp le puse un corazoncito a su nombre y un diminutivo. Y en una de esas mientras yo distraídamente estaba en el móvil, ella se puso a mirar por detrás. ¡Zasca! “¿Lanatta a quién mierda le pones te amo?”. Le solté una suave “a mi prima”. Eso no le cuajó bien. Estuvo dándole vueltas y vueltas toda la semana hasta que a la semana siguiente ya en su máximo momento, entré a ducharme y justo quedé con mi amiga en que me llamara. Obvio, ella no contestó, pero le jodió tanto que me llamara, que me dijo “de casualidad” había visto me estaban llamando, pero quería aclarar la situación, a mí me quedó claro ya había llegado el momento de hacer que mi amiga me hiciera el favor final. Y le hice dos llama y corta, que era la clave en que habíamos quedado. “Uh no entra la llamada”, jodí. Ella insistió. Pues a por ello, llamé y de inmediato me arranchó el teléfono y encaró preguntándole ipso facto quién era ella, mi buena amiga le dijo que era mi esposa y llevaba casada conmigo 10 años. Y luego de lanzar mil maldiciones, me dejó. Toxic.

Lanatta.