Hola Marie, feliz cumpleaños. Y sé, estaremos cerca y lejos para toda la vida. Sin duda habría tanto de lo qué hablar, de aquellas cosas que pudimos y debimos. Pero ambos no somos de los personajes que viven la vida con remordimientos, somos de los que encaran la vida con tesón, buscando hacer que cada día sea mejor que el anterior. Y hoy que es tu cumpleaños, te deseo lo mejor, aquello mejor que no logré ser yo para ti, pero te contaré que busqué hoy de cierta forma celebrártelo.
MM

Hey Marie, ya sé que hoy es tu cumpleaños, y que aún a pesar que ya no nos vemos, ni estamos juntos, hoy decidí detener mi día para pensar en ti. Hoy me fui a comprar una torta de zanahoria, allí donde a ti te gusta, me puse a esperar entre los compradores, pensando que quizás, tuviera la suerte de cruzarme contigo, de verte pasar por allí. Ya sé qué tan estúpido puedo ser, de creer que el mismísimo día de tu cumpleaños irías a venir justo al local que queda tan cerca de tu trabajo a comprarte una torta para ti misma.

Epa Marie, estuve en el gym con el short y la musculosa puestos, hoy tocaba entrenar piernas, claro yo el animal brutal subido en la prensa haciendo mis 440 kilos, gritando como en tortura de la Santa Inquisición. Y de pronto, a lo lejos una rubia menudita, en una lycra azul y un top negro ingresó al gym. Ya sé, que fueras tú era imposible, pero me impresionó al verla. Creo que fui incluso descarado al mirarla tanto, porque se dio cuenta y me sonrió, tu bien sabes que yo al gym voy a entrenar, no a conversar y menos a hacerle el verso a nadie. La rubia en cuestión también se puso a entrenar piernas y culo al que en complicidad llamas siempre duraznito, y que me encargué de besar, de acariciar, de apretar y penetrar.

Uy Marie, subí al coche, y al vincular mi móvil con la computadora, me abrió la pantalla de opciones porque no quería vincularse automáticamente, y me di cuenta que entre las opciones figuran “IPhone de Marie”. Y claro, la vida me sigue poniendo aquella canción de 3 doors down “Here without you”. Ya sé, hemos tenido mil canciones más, unas tantas que te canté a ti y otras que tú me cantabas a mí. Pero ésta me hace recordar a aquel primer fin de semana largo, cuando hicimos imparablemente el amor, y que de pronto, lo único que mi alma pudo gritar era que te amaba. Estaba claro que había un poco de melancolía porque no sabía si eso se reeditaría, pero de pronto a la siguiente semana me mudaba a tu lado.

Te vas a reír Marie, porque de pronto pasé por el supermercado aquel cerca a tu trabajo, si ese mismo donde un zumbado vigilante nos pidió que por favor no nos besemos y toquemos tanto. Y pasé a comprar un poco de hidratante, que muy a pesar de estar ya en mayo, bien sabes que tomo tantísima agua. Eso siempre va a ser un tema de discusión contigo, y es que, a pesar que ya no te llamo 10 veces al día para preguntar por si has tomado agua, siempre seré el partidario porque te hidrates, porque podría hacer toda una clase nivel post doctorado para explicar lo importante que es esa cosa tonta de andar con la botella de agua.

Te contaré querida Marie, que hubo muchísimos zancudos, y que me acordé de ti, con tu afición por echarle muchísimo alcohol a todo para desinfectarlo, o de aquella casi fijación tuya por bañar los pisos con cloro, para casi desinfectarlos en nivel laboratorio de pruebas biológicas. Ya te digo en muchísimos quirófanos de España o Latinoamérica donde he operado, jamás he percibido el olor a cloro tan fuerte que los ojos me lagrimeaban como aquella vez que usaste casi un galón de cloro sólo para “una pasadita de trapo” al porcelanato de la cocina, sala y comedor.

Llegando a casa se me ocurrió darme el duchazo y me acordé de aquella afición nuestra por bañarnos juntos y hacernos el amor, de aprovechar la complicidad de las pieles jabonosas para pegarnos y deslizarnos así de juntos. De saborear tus labios y comerte los pezones aún con sabor a jabón, o de penetrarte, y obligarte a que te apoyes en las llaves de la ducha, mientras el agua nos bañaba y yo inmisericorde te daba tremendo trajín llevando tu culo a muchas revoluciones por minuto, contra mi erección. Esa sensación de trabajo físico y placer, combinada con el agua fría de la ducha que refrigeraba un poco nuestras pieles hirvientes. Hasta salir de la ducha algo cansados, con una felicidad brutal para caer rendidos en la cama, y claro yo ponerme recién a sudar mientras tomaba mis litros de agua para reponerme e ir por el siguiente round.

Ah querida, se me vienen recuerdos de cama muy fuertes junto a tu piel. Aquello de subirnos a cualquier cama sea en hotel o en el departamento viviendo juntos. Para volvernos dos luchadores en un combate piel a piel. Tú con tus muslos tan firmes y tus brazos delgados y definidos, mientras que yo el maldito bestia capaz de cargarte y penetrarte en el aire, o volverme el infame cancerbero que en la cama no te dio jamás tregua, que nuestros cuerpos ardieron siempre, al punto de quedar extenuados con las sábanas tan mojadas que la forma de nuestros cuerpos quedaría grabada hasta en el colchón, y que tu ombligo y el mío se volvían acueductos donde nuestros sudores se combinaban. O de aquel hotel de pueblo donde nos hicimos el amor toda la noche hasta quedar extenuados con el agravante que un gallo maléfico cantaría para alertar el inicio del alba, justo cuando nos disponíamos a descansar.

Puedo cerrar aún los ojos, cuando me acuesto y sentirte diciéndome “mi amor”, dándome la almohada y diciéndome que la use yo. Puedo aún sentir cómo eran cada uno de tus besos. De esa mi atracción por irme a ese rincón de tu cuello, que como si fuera el botón de una computadora muy avanzada, te llevaba a gemir tan intensamente, que al ir mi mano a tu vulva sentía como se humedecía invitándome a embestirla. Sí, aún te miro maquillarte en el espejo, o cepillarte los dientes. Aún me río viendo tu gesto cuando me metía en el baño mientras cagabas, o perdón, hacías caquita. Y claro, yo rompía tu concentración, y claro me mirabas con esos ojos llenos de amor que me hacían amarte sin escalas, ni murmuraciones.

Sí pues querida Marie, hoy celebro tu cumpleaños desde mi orilla, con un poco de vino, siempre tinto con toques de dulce como solíamos tomarlo. Claro está, no pondré velas, ni tampoco chocaremos nuestras copas. Ya lo sé, me dijiste que no sabía cuánto amor tenías para mí, y por esas cosas locas de la vida, será un enigma con el que creo que me iré a la tumba. Es verdad también quedará el pendiente de toda esa perversión que tenía yo a por ti, y que con aquel disfraz de diabla que mandaste a la mierda, sólo extinguiste un 0,001% de aquello que denomino “mis formas, fetiches y perversiones”.

Hoy sólo celebro que viniste al mundo, y que de pronto, siguiendo esas líneas ilógicas del azar o el destino, tú y yo, nos cruzamos, nos encontramos y fuimos felices. Sí querida mía, porque te vi y sentí feliz, porque yo también lo fui. Y a pesar que no hubo nunca un beso de despedida, hoy celebro la maravilla de haber sido tu hombre, de haber suspirado miles de veces por mirarte, porque eres la mujer que me quitó siempre el aliento, porque esa habilidad tan tuya de dejarme idiota, sea en una videollamada donde tan coqueta tú me mirabas, o cuando tu boca se embutía con mi verga y tenías ese gesto demoledor mientras mamabas.

Pórtate bien donde quiera que estés, aunque ello sea tan redundante únicamente contigo.

Lanatta.