No señora, este post podría ser casi una declaratoria por los derechos de uno como hombre, novio, marido, amante, follamigo o lo que pretenda usted en su sano juicio decidir, pero vamos no sólo por la declaratorio, sino también por la reivindicación.
puff

Vamos señora que usted, puede dar fe, soy un tipo bastante honesto y directo al decir las cosas, no muestro empacho en hacer ver mi punto de vista y, sobre todo, en dejar las cosas en claro, sobre mis gustos, mis formas y hasta esas cositas tan ricas que yo llamo mis perversiones. Y sí señora, no se deje influenciar, ya estamos en la época de la tv on demand y del streaming, ya no estamos en la época del viejo televisor a blanco y negro con cuatro canales hasta las once de la noche; entonces dejémonos de cucufaterías y de los calzones con bobos. Somos humanos, tenemos nuestros gustillos nuestras formas. A ustedes les gustan a veces los hombres con la barba a medio cortar, otras veces los lampiños, con panza o sin ella; musculosos o fofitos; altos o bajos; mayores o menores.

Y ojo eso igual a nosotros. Claro quizás nosotros somos más visuales, y ustedes más mentales. Eso está claro, de allí que mi amigo el turco Nahim solía decir que ustedes las mujeres no necesitan a Brad Pitt o a Mario Casas, sino al hombre que seduzca y se meta en sus cabezas y les conquiste -o mejor dicho humedezca. Nahim era el feo más afortunado de todo Barrio Norte, porque siendo flaco, enclenque, con una barba mal afeitada y hasta los pelos de la nariz que se podía hacer un rulo, el tipo salía con pibones que uno se preguntaba para qué joraca uno estaba en el gym matándose. Pero bueno los años pasaron y ahora sigue siendo el flaco con una panza de birrero, tomando pastillas para el colesterol y para no romperse.

El asunto es que, al estar con alguien, pues yo le voy soltando mis gustitos y perversiones. Claro no se las lanzaré de forma tan abierta que parezca una demanda, o la lista de la compra, pero sí que exista por parte de ella una situación de estar en conocimiento. Y entonces la magia de la relación será que ambos estemos atentos a esos tips que se pueden ir soltando. Como cuando se va al mall y ella dice que ese vestido le gusta, o que tal perfume le encanta. Esos pequeños detalles se van anotando, gracias a la aplicación para tomar notas en el móvil o por último como un mensaje de texto guardado.

Y claro, en el lado opuesto creo que también se pueden dar los casos. Y así yo he podido decir que me gustaría verle en tal o cual disfraz, en tal o cual ropa…o que hagamos el amor en tal o cual sitio -la mayoría de ellos muy prohibidos- a pesar que me diga que tengo un afán de exhibicionista, a lo que le suelo decir, que exhibir es mostrarte para que los demás te vean. Lo mío es más una picardía de juegos clandestinos, donde el morbo, la adrenalina y la excitación puedan tener más complicidad, porque el ser adultos no está reñido con jugar, con ratonearse, con seducirse un poco y pervertirse otro poco.

Así, un día determinado, de una semana determinada, me envía ella un mensaje por WhatsApp a modo de emergencia. Claro ella no es de las personas que tenga emergencias, es demasiado autosuficiente como para que necesite que yo le haga algo. A tal punto, que las veces que hemos regresado del supermercado ella tomó tantas bolsas como pudo, cosa que no me gustó que por algo soy el tío que levanta pesas y le gusta cuidar a su dama, y a pesar de mi insistencia a por ir al gimnasio o entrenar juntos, me mira coqueta y me dice “¿Lanatta me estás diciendo que no te gusto o estoy gorda?”, y claro con ello mata a cualquiera. Porque lo cierto es que está muy buena, y los almanaques no son lo que nos rige, sino este afán por ser y vivir.

Y entonces el mensaje era de una forma de necesitar ayuda. Una tarde de trabajo, en la que a pesar que compartimos agenda se veía que aún me quedaban algunos pacientes por completar, pero claro la palabra “urgencia”, implicaba avisar a los pacientes, tomar el coche y salir a toda leche a buscarle. Ya desde hace algún tiempo, tengo el mando del parqueo subterráneo del edificio, ya su plaza de estacionamiento la compartimos sin más, con el acceso directo desde el parqueo hasta el ascensor. Pero, lo que más crispó mi atención es que le llamaba y me mandaba a buzón de voz, y al responderme en texto me decía que me apure y repetía “urgente”.

Por mi cabeza pasaban situaciones distintas, su hermana en Miami con algún problema, algún problema con sus padres en Brasil. Es que las posibilidades eran muchas, claro que había que entender que podría estar haciendo coordinaciones en el móvil de allí que no podía tomar mis llamadas y que por ello me insistía era urgente. Descarté hasta que hubiera sido un atraco o secuestro, porque ella sabía la palabra clave que le enseñé para esas situaciones.

Al entrar en la sala, me diría “Lanatta, ven”, y me encontraría con ella vestida en una corta mini de cuero, unas pantimedias brillosas y unos tacones, una corta blusa a modo de top blanca, y esos ojazos verdes mirándome como regalito de cumpleaños. “Lanatta, ¿salimos a alguna travesura?”. Claro de lo que iría a reprocharle el haberme sacado de consulta, de inmediato entendí esa forma de seducirme tan de ella, pero claro se dio cuenta que estaría llamando mucho la atención con la blusa top, así que optó por una blusa negra “un poco más cubierta”. La misma diva que me decía que no había que ser exhibicionistas.

La excitación fue mucha, paseamos un rato dando vueltas por el Golf de San Isidro, y que comprando algunas cosillas en La Baguette de Pardo y Aliaga pareciera que todos los reflectores apuntaran a ella, que sin ser celoso debo admitir hasta había mujeres que le miraban, y sin más regresando a casa. El jugueteo en el regreso me hizo acariciar muy dentro de esas pantimedias, donde para mi predilección no había ropa interior sino además un coqueto agujero directo a su vulva, que en ese instante estaba humedecida y ávida. Las caricias continuaron en el breve trayecto hasta Basadre. Al entrar en el parking y apagar el motor, le regalé con malicia un primer orgasmo. Para que al instante ella buscara cabalgarme estando en la butaca del conductor. Posición complicada señora, uno porque el timón muy a pesar rebatible y la butaca reclinable no generaba mucha comodidad, y dos porque por esas cosas locas, mis lunas no son polarizadas como en el viejo BMW.

Así que optamos por una decisión salomónica, sería el ascensor nuestro lugar escogido. Y sin mayor dificultad, detendríamos en la subida, y nos haríamos el amor casi parados con el añadido de la deliciosa sensación de acariciar sus muslos en nylon y apretarle el culo en cuero. La quieta ex viuda, doliente y ahora ocupada dama de los negocios inmobiliarios, esta vez se topaba con el amiguito de tantos años atrás -y adelante- capaz de hacerle olvidar sus guardarropas de señora por un rato, sus poses de severísima dama del Real State, para ser simplemente la chica intensa, capaz de lanzar gemidos tan in crescendo conmigo, de estar tan excitada, y yo de darle tan vigorosamente, que uno de sus tacones se quebraría, las pantimedias terminarían completamente razgadas, y yo con un temblor en piernas y brazos peor que si hubiera entrenado triseries de definición en el gimnasio.

Sí señora, ¡qué abusiva! ¡Yo busco mi reivindicación!

Lanatta