La historia del luto de Don Diablo, o la mejor forma de despedirse.
Diavolo

Don Diablo dicen que se las conoce todas, que se las sabe todas, que sabe más que todos no por viejo, sino por diablo. De pronto, terminando un verano, Don Diablo se dirigía a todos en el infierno, y les comunicaba estar enamorado. Y pronto en el infierno corrieron rumores. “¡Vamos Don Diablo, enamorarse después de tantas vidas, es un despropósito!” le diría el mismísimo Don Sata. Un socarrón Lucifer en cambio le diría en tono irónico que: “en el peor de los casos no se podía caer más bajo que el infierno.

Y así, Don Diablo se paseaba por calles y esquinas con su flamante novia, hecho que generaba los celos de tirios y troyanos. Las mujeres dirían que Don Diablo ya estaba viejo para esos afanes de parecer un enamoradizo adolescente, pero muy dentro de aquellas estaba esa envidia de verlo a ese pretendido demonio así de contento y, como nunca, apasionado. Los hombres dirían que más temprano que tarde, aquella novia, se marcharía que al fin y al cabo era el Diablo en persona.

Los meses pasaron, y tal cual muchos lo desearon, Don Diablo y su novia parecía habían terminado. No fue una ruptura directa y personal. Don Diablo recibiría un mensaje de WhatsApp en el que la susodicha decidiría dar por terminada la relación. Y fue así como Don Diablo -demonio al fin- guardaría un luto inicial. Ese luto por adaptarse de nuevo a su estado de soledad, de verse sin aquella novia, de simplemente comenzar a olvidarla, el debido luto, que como buen demonio suele tomarle seis meses, en los que prefiere ser acompañado por la vieja soledad.

Pero de pronto, casi a punto de cumplirse el tiempo del luto, un nuevo mensaje de la ex novia de Don Diablo le generaría una sonrisa. Y de pronto comenzarían a conversar animosamente. Y los mensajes de ida y venida, y en eso un sábado Don Diablo le iría a ver, como buen demonio llegaría de memoria hasta su puerta, buscaría arrebatarle un beso, y ella, por supuesto, se lo negaría. Aunque pasearon un poco y conversaron otro poco, Don Diablo ese día besaría a su antiguo amor, y ese fuego tan propio de él, se avivaría a niveles tan altos, que hubo que pedir un extra de gas en el mismo infierno.

Las semanas pasarían, entre idas y vueltas. Parecía que los días que Don Diablo estaba con su novia ni las reservas de gas rusas podían proporcionar suficiente fuego, Don Sata estaría preocupado, ver a Don Diablo así de entusiasmado le generaba por un lado alegría, pero por el otro: preocupación; y es que todo aquello que suele calentarse mucho y muy rápido, a veces se puede terminar quemando. Don Sata, un experto en el horneado de absolutamente todo, sabía que debía haber la justa medida del fuego, pero Don Diablo seguía muy a lo suyo.

Fue así que de pronto, las escaramuzas entre Don Diablo y su novia comenzarían. Peleas van y peleas vienen. Don Diablo, decidiría en más de un momento hacerla morir, y que se encargaran los del cielo allá arriba de tenerla, que se joda el puto San Pedro, diría en alguna ocasión. Pero Lucifer tan buen conocedor de los temas celestiales, le diría que, si le dejaba esa niña a los celestiales, probablemente les daría más de una razón de agradecimiento y lo que sería peor, de júbilo, y esos celestiales de allá arriba cuando armaban el jolgorio, jodían mucho, tanto que el mismísimo Don Sata debía buscar alguna alternativa de joderles la fiesta.

Don Diablo entonces se enfrentaba a situaciones algo disímiles, momentos de paz y de pasión estando con ella al lado, o momentos de zozobra y de extrema incomodidad cuando se alejaban. Ella solía irse sin despedirse, alejarse sin pestañear. Había momentos en que podía ser ese fuego tan maravilloso que hacía arder correctamente a Don Diablo, o en otros, ser casi como el hielo seco, que no sólo lo atenuaba, sino que le hacía entrar en contradicciones, y ello le generaba la situación de incomodidad a tremendo fastidio. Y es que, a un demonio correcto como Don Diablo, aquello de irle encendiendo y apagando le resultaba tan inestable que decidió ir a por el despedirse de ella en más de una ocasión con publicación en todas las redes infernales.

Alegría para muchos en el infierno, Don Diablo se deshacía de aquella inestabilidad. Pero como toda inestabilidad, ambos recaían, y volvían, y de nuevo los rusos pidiéndole a Don Sata un poco de paciencia para abastecer correctamente, y quizás sería necesario alguna otra fuente de gas, los cataríes se pondrían a las órdenes de Don Sata que, entre tanta ida y venida de Don Diablo, debió mandarle algunos mensajes. Pero ocurrió algo inexplicable, la novia de Don Diablo quiso meterse en asuntos infernales.

¡Qué error! Y es que, así como Don Diablo solía ser respetuoso de los espacios de su novia, de pronto ella, no los respetaba para con él. De pronto la novia de Don Diablo buscaría ver quién le llamaba, leer sus mensajes y de mil y un formas buscar que Don Diablo le diera explicaciones de qué y por qué. Fue tanto, que un buen día Don Diablo tan cansado le dijo a Don Sata que le hiciera un favor, y ese favor sería que le llamara para hacer arder todo, sería un juego al todo o nada. Efectivamente Don Sata llamó e hizo arder con su llamada a la novia de Don Diablo, a tal punto, que ella sin decir más, tomó su valija y se marchó. La relación de Don Diablo volvía a terminar.

Los días y las semanas fueron pasando, la ex novia de Don Diablo no quería saber más de él. Muy a pesar que él buscaba hacerle sentir su presencia, con mensajes que le mandaría a su móvil, imágenes, canciones, y claro, como buen demonio buscaría hacer llegar su mensaje de otras tantas formas, incluyendo el saludarle por su cumpleaños, o el decirle que aún le hacía falta.

Pero llegado el término de los seis meses famosos de luto, Don Diablo buscaría un último acercamiento, y eso fue hablarle. Y de pronto, Don Diablo le hablaría a su amada, le diría que le hacía falta, el cronómetro estaba con los pocos minutos que quedaban, e hizo así su último movimiento. La respuesta de aquella tan callada novia, fue de decirle que ella había sido usada por Don Diablo, que él había hecho lo que quiso con ella, y que ella ya había iniciado una relación con alguien más, le pidió que sea caballero y no le insista, ni busque más.

Don Diablo le respondió que así sería, y en ese momento dio por terminado el luto. Ya no habría nada de dolor, ni pesar. Había completado el círculo del luto, y a pesar, que todo intento podría ser fallido o exitoso, determinaría un resultado final y definitivo. Y esta vez, el resultado sería que el luto culminaba, quizás no en los términos que Don Diablo hubiera deseado, pero seis meses eran tiempo suficiente para declararlo ya un pasado, quizás la ex novia de Don Diablo se habría tomado muchísimo menos tiempo en guardar el luto, pero Don Diablo, sabía perfectamente que sin el luto adecuado lo siguiente sería un estrepitoso fracaso. Él lo había guardado, y la despedida lo consagraba, sólo le deseaba la mejor de las suertes a su antigua amada, y tomando un bote a vela, volvería a surcar esos mares infernales con una nueva convicción, aquella de haber amado a alguien y que aquel tiempo eso le hizo arder como buen demonio.

El tiempo dirá si Don Diablo vuelve a encender tanto más el averno, metiendo nuevamente en problemas y líos a Don Sata. Lo que sí está claro, es que Lucifer tan amigo de Don Diablo río mucho, y le comentó que no era precisamente al cielo, ni con los celestiales donde su ex amada estaría, y que, si le servía de consuelo algún mensaje de ella alguna vez le llegaría. Y Don Diablo sonrió y le dijo: “a otro demonio con ese lío”.

Lanatta