Ya lo sé señora, aquello de ser casi parecidos puede ser una lindísima oportunidad para intentarlo, porque se piensa que hay tanta compatibilidad en una y otra cosa que lo demás puede irse dando. Pero lo cierto es que dada las circunstancias antes que un copo de nieve sea una avalancha. Es mejor cortar. 
incompatible

Cierto es que me gustas querida, pero cierto también es que luego de aquella primera vez juntos, no hubo el famoso click sino que me hice un crash, del que claro, no quise ni querré hacerte partícipe. Pasa que pensé ya haber superado a alguien, pensé que podía seguir con mi vida hacia adelante. Vamos el luchador se volvía a subir al ring, con los guantes puestos, listo para librar la contienda. Y así creí que sería. Y es tan cierto que desde el primer beso que te di, hubo esa empatía tan fuerte como conversábamos en el móvil, cuando de pronto de las charlas tan alturadas, nos poníamos calientes, y yo el maldito Lanatta, te bañaba en combustible y encendía los mecheros, disfrutando sentirte arder.

Y te juro que me encantó tu recepción a cada beso, y me excitó el acariciarte, muy a pesar que tus ceñidos pantalones de cuerina, resultaban agradables para la vista, pero trágicos para el tacto, casi como acariciar uno de los sofás de mi sala de espera. Sin embargo, esa empatía y complicidad tan intensas hicieron que en la ruta aquello de estar tan pegados se sintiera tan bien, que todos tus fantasmas -y los míos- parecían despejados y yo, casi como un pirata en alta mar, enfrentaba el bravío mar comiéndote la boca, sintiendo tu excitación, mientras un chófer solidario, nos conducía a ese hotel tan cercano para ambos, tan cómplice y amigable.

Sin duda, el estar en la habitación nos despertaría los apetitos, sensaciones a flor de piel, cuerpos que se reclamaban, tu ropa volaba por los aires como si no hubiera más razón de tenerla puesta. Como si hubiera una urgencia de nuestros cuerpos por sentirse, por comerse, y de pronto al quitarte aquel pantalón y aquella blusa tu lencería que usaste para la ocasión, buena intención, me bajaría un poco. Pasa que, sé que te la ponías con una exquisita forma y causa, pero me bajó te lo confieso. El trámite de comerte la boca, de sentirte agitada, casi con la respiración entrecortada, no hizo despertar mucho mi excitación sino al médico que llevo dentro, broncoespasmo. Y de inmediato pregunté si traías el salbutamol en inhalador, como buena paciente asmática que eres -claro en mi cabeza ya estaba a punto de buscar el kit de asmáticos con adrenalina, dexametasona y alguna bombona de oxígeno, por si era el caso.

Luego el penetrarte fue rico, disfrutaba tus gemidos y placer, te sentía deseosa, te viniste un par de veces, pero sinceramente me sentía casi como que yo tenía que hacerlo todo, como que en realidad eras tú la que se quedaba abajo y sólo se dejaba, no había esa complicidad que se percibía en los besos, un poco congelada, un poco ajena a mis formas y tiempo. Ya sé querida, ésta no es una carta de reclamaciones. Pero al salir de aquel cómplice hotel, de inicio busqué tu mano o tu cintura y optaste por caminar en paralelo…era el congelador abierto en una tarde soleada. Al despedirnos fue un beso en la mejilla, se sentía como un momento para olvidar.

Los días siguientes tú salías de viaje. La charla fue animosa, pero te soy honesto, es que se sentía más un tema de una amistad cómplice a una sensación de excitación. Sí claro, charlas subidas de tono, casi relatos eróticos de noches de hotel, o de viaje en bus. Sin duda, para ello hay mucha química y empatía, pero siempre el recuerdo de aquel debut, me hizo sopesar que de la forma más cortés no desearía volver a intentarlo. Una reacción tuya a mi parecer, completamente desatinada, por un par de publicaciones mías, me dio a entender que no quería ir a por más contigo, ya había pasado en algún momento de mi vida por una situación así, y lo mejor era desentenderse.

Créeme he leído cada uno de tus mensajes. Hasta aquella deliciosa y excitante invitación tuya para ser amantes. ¡Qué rico! Ser amantes, de esos que se encuentran placenteramente, de esos que se funden en piel y carne. Esos que no se dan tregua, y que sólo se dedican a sentir, de hecho, he sido en más de un momento de mi vida un feliz amante, y ojo, era de aquel tipo de amantes que terminó amando a su contraparte, y viceversa, pero éramos sabedores que ello no sería jamás realizable. Que ese amorío tenía una fecha de caducidad.

Pero no me siento ya con esa intención en la vida. Ojo, es innegable eres una mujer maravillosa y hermosa, de ello no hay duda, es solo que no tenemos esa sintonía que hace que se pueda volar y excitar. Y acá insisto, no eres tú el problema: soy yo. Me acostumbré a amar alguien y sentirme tan amado, que sigo por el camino del penitente, recordando lo mucho que la amé, y lo mucho que me sentí amado, y que por mucho que ese amor se haya dado por terminado, hizo que mi expectativa sea por algo superior o igual. Es casi como cuando tienes un móvil con el Android 13, si vas por otro móvil, es probable que sea uno igual o superior, nadie iría por un Android 5.

Las puñeteras formas del amor, son así querida mía. Y en vez de continuar con algo que pueda resultar nocivo o dañino para ti, prefiero irme por la puerta del costado. Sintonizar una vieja radio con una estación de FM cuando sólo se tiene AM, es imposible. Eso es lo que sentí en ese momento que hubo un “nosotros”. Y no va, no marcha, se siente incompatible, se siente casi todo tan forzado, que es mejor apagar la radio y desenchufarla.

Créeme que puedo afirmar que eres una mujer maravillosa, dulce, agraciada. Que tus generosos pechos son un manjar delicioso, capaz de perturbar y excitar a quien los vea y acaricie, pero me doy cuenta que ya ese viejo pirata que buscaba esos niveles de disfrute con la guapísima hembra, han dado paso a un, quizás, más maduro tío, que busca no sólo su placer. Y que mis altísimos niveles de perversidad, hoy, buscan a alguien en igualdad de condiciones, no para enseñar, que ya no disfruto el papel de tutor o maestro, sino para ser ambos los dos sibaritas, con exquisiteces, con la lujuria y pasión tan entremezcladas, que sea un retarse a distintas situaciones y alternativas.

Es así, que retomo mi camino, te agradezco por ese momento mágico que fue el encontrarnos, pero que estoy convencido hay alguien por allí perfecto para ti, lamento no ser yo, y créeme también lamento no seas tú. Pero es mejor, desde mi punto de vista, no fustigar un imposible y simplemente, guardar esa sensación que supimos generarnos en un momento de nuestra vida. Guardaré de ti un maravilloso recuerdo, que nadie lo borrará de mi mente y te evocaré en cualquier momento de mi ruta en silencio, pero donde sea que tú estés, espero que esa persona que te encuentre te haga absolutamente feliz, porque lo mereces, porque sinceramente esa compleja combinación de felicidad y cariño, que algunos desdichados como yo, solemos definir como amor, es un tándem algo difícil de lograr, no imposible. Te aseguro yo seguiré en este camino algo sinuoso, siendo a veces el lobo y otras la presa, siempre buscando no dejarse atrapar, salvo que tenga en algún momento la fortuna de encontrar esa correcta mitad, capaz de ensamblar conmigo, y que nuestros engranajes encajen a la perfección casi de un reloj suizo. Suena utópico, ya lo sé, pero es el disfrute del explorador seguir buscando.

Buona fortuna e buon auguri cara.

Lanatta.